José Manuel Otero Lastres el 07 nov, 2016 La segunda etapa del viaje fue Udaipur (que en castellano significa “ciudad de la aurora”, seguramente porque tiene la luz sonrosada que precede inmediatamente a la salida del sol), en el Estado de Rajastán. Llegamos también en avión, pero el cielo estaba limpio y la atmosfera perfectamente respirable. En el camino hacia el hotel, nos detuvimos en un lugar, con visitas restringidas, que contenía los monumentos funerarios de los antiguos Maharajas (en Udaipur se les llama Maharanas y en castellano Marajás). Estaba formado por un conjunto de cenotafios de piedra blanca alzados a los que se accedía por escaleras y rematados por unas cúpulas para que las cenizas de los difuntos reposaran eternamente a la sombra. Pero con ser espectacular ese lugar, no fue lo más hermoso que tuvimos ocasión de contemplar. Transitamos por una carretera en la nos atrajo fuertemente la atención el colorido de los saris de las indias, apostadas en sus dos márgenes, y la relativa abundancia de vacas sueltas que campaban a sus anchas. Las casas de Udaipur eran bajas y pintadas generalmente de blanco. En contraste con esa visión, en un momento determinado y tras un giro del autobús hacia la izquierda, divisamos un palacio majestuoso (el City Palace, el palacio de los Maharanas). Nos adentramos en autobús en sus jardines y de repente surgió un paraje espectacular e inesperado: un lago en cuyo centro había un edificio blanco de dos plantas extraordinariamente hermoso que parecía emerger del agua lacustre que bañaba sus paredes. Era la antigua residencia de verano del Maharana, convertida hoy en el lujoso hotel “Taj Lake Palace”. A la mañana siguiente visitamos el mencionado Palacio de la Ciudad (City Palce) que según nuestro eficiente guía, Rajiv, es una combinación de los estilos arquitectónicos rajastaní y mogol, y fue construido en una de las colinas que rodean el Pichola, que así se llama el mencionado lago. Al caer la tarde, fuimos en barca al Jag Mandir, un palacio en el que estuvo el Sha Jahan, quien mandó construir el Taj Mahal, y vimos una puesta de sol espectacular. Como saben los lectores, los artículos de los blogs pueden ilustrarse con fotos. Yo no sé servirme suficientemente de esta posibilidad, pero estuve tentado de pedir ayuda a un compañero de viaje que maneja la tecnología digital a nivel de usuario avanzado y subir las fotos que hice. Sin embargo, pronto deseché la idea. Pensé que si lo hiciera, ustedes verían lo mismo que contemplaron mis ojos y me pareció que eso era lo fácil. En lugar de ello, he tratado de que, con lo que les he descrito, ustedes imaginen un maravilloso paraje y que dejen correr su fantasía en busca de un lugar de cuento de hadas. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 07 nov, 2016