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Cuatro ideas para el primer fin de semana en Soria

J. F. Alonso el

Toda Soria cabe en el estadio Santiago Bernabéu. Esa imagen da idea de su fragilidad y de su fortaleza. En el terreno del turismo de interior, sus paisajes son como una bella desconocida, llena de sugerentes tentaciones para el fin de semana…

En Soria hay 513 pueblos. De ellos, más de cien tienen menos de un centenar de habitantes. El dato, aunque imaginable, siempre sorprende. Lo contaba junto a una taza de café Antonio Pardo, presidente de la Diputación y alcalde de El Burgo de Osma. Es una provincia pequeña y semivacía, pero de una belleza profunda, de las que dejan huella, y con más matices de los que pueda suponer. Es verde y silenciosa, con pueblos en los que dejar pasar los días y mimar el estómago, ríos limpios, bosques y sosiego, sonoro silencio.

Al diablo con las prisas, se oía en una de sus canciones de promoción. Sin prisas, en uno o varios fines de semana, podemos descubrir este pequeño tesoro. Propongo solo cuatro paisajes para la primera inmersión en esta tierra.

El cañón del Río Lobos. Hay que llegar a la localidad de El Burgo de Osma, y allí tomar el desvío en dirección a San Leonardo de Yagüe y el mismo cañón. Hay diferentes rutas, todas asequibles, de alrededor de diez kilómetros. Y aún más corta en su versión básica, desde el aparcamiento hasta la ermita de San Bartolomé (en la foto), siguiendo la orilla del río Ucero y de las vertiginosas paredes calizas del cañón, de quizá doscientos metros de altura.

El Burgo de Osma. Si vas a Soria, tienes que ir a El Burgo, pueblo amurallado y con calles adoquinadas, esencia de Castilla. Podemos pasearlas, subir al castillo de Osma, aprender de la historia de los celtíberos… Dos sugerencias más: hace un par de año se inauguró un magnífico hotel termal en la antigua Universidad, un edificio del XVI. Entre piedras y vapores, el mundo siempre parece diferente. Y la segunda: en enero se celebran las Jornadas de la Matanza, ya tradicionales. Un consejo: no intentes llegar al final de los platos que allí se sirven, es misión imposible.

Calatañazor. Un pueblo para una escapada romántica, casi desierto entre semana. Un viaje al año 1.000. En estos campos batallaron las tropas cristianas y las de Almanzor. Cerca, el sabinar de Calatañazor, y un poco más allá, junto a Muriel de la Fuente, la laguna de la Fuentona, el nacedero del río Abión.

Los pinares de Navaleno. Los habitantes de estos pueblos han sabido organizarse para cuidar el bosque, y su futuro. Es tierra de setas y trufas (en diciembre empieza la temporada de la trufa negra, Navaleno es una potencia mundial, y en Abejar organizan en febrero una reconocida feria). No lejos, a una media hora en coche, está la laguna negra, y la sierra de Urbión, que pronto estará nevada. En Vinuesa y en otros pueblos hay infinidad de casas rurales para elegir. Se cuentan más de 300 en una provincia tan pequeña, con tantas cosas que ver.

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