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El lenguaje del abanico

Maira Álvarez el

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Los hombres tienen las espadas, las mujeres el abanico, y el abanico es, probablemente, un arma igual de eficaz” Joseph Addison

 

Hoy en día nos puede parecer algo imposible, pero el whatsapp de nuestros antepasados era el abanico. Este complemento, relegado a su función de refrescar el aire en momentos de sofoco, jugó un papel muy importante como medio de comunicación en el siglo XIX, sobre todo en el flirteo entre hombres y mujeres. El abanico era un arma de seducción del que no se separaban las mujeres. Las féminas, mucho más controladas y limitadas solo por el hecho de haber nacido mujer, podían iniciar o cortar una relación amorosa con un simple movimiento de muñeca.

 

Realmente, hay tratados que aseguran que existió el lenguaje del abanico, y que lo codificaban, pero también hay detractores de esta teoría, ya que si hubiese sido tan estable, no hubiese cumplido su función de comunicación secreta. Lo más seguro  es que cada pareja se instaurase su propio código de gestos, adaptando los movimientos a sus necesidades.

 

Julio Janin, escritor del siglo XVII, escribió sobre la versatilidad de este objeto en manos de la mujer: “Se sirven de él para todo; ocultan las manos o esconden los dientes tras su varillaje si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten alcahuete”

Fuente: Flickr

 

Vamos a ver algunas nociones sobre el que fue el lenguaje gestual y cifrado del abanico. Todo se basaba en función de cómo fueran sus movimientos, posición o colocación:

 

Cuando un hombre proponía a una mujer tener una relación, ésta podía aceptar o rechazarlo de varias maneras:

Usted me es simpático (sinónimo de “va a acabar siendo mi pagalimonadas”): Darse repetidos golpecitos en la mano izquierda

No tengo novio: abanicarse lentamente sobre el pecho

Quiero conocerle y lo que surja: llevar el abanico cerrado, sujeto con la mano izquierda

Estoy comprometida: abrir y cerrar rápidamente el abanico.

 

 La mujer también tomaba la iniciativa y podía hacer invitaciones o peticiones a su amigo:

Quiero que me bese: apoyar el abanico en los labios

¿Puede usted venir a hablar conmigo?: abrir el abanico con la mano izquierda y poner un dedo sobre las varillas o hacer que las estaba contando

Estoy impaciente: golpear un objeto con el abanico

Espéreme: abrir el abanico lentamente y mostrarlo

Cuando me vaya, sígame: sostener delante del rostro o los ojos el abanico con la mano derecha

Indicar la hora de la cita: Abrir un determinado número de varillas

No saldré de paseo: En una reunión, cerrar el abanico y guardarlo. Si el amante estaba esperando en la calle, se podía dejar el abanico cerrado en el balcón.

 

En el caso de que la relación entre el hombre y la mujer ya fuese un hecho, aunque secreta, había otros códigos entre los amantes:

No le cuentes a nadie nuestro secreto:  Deslizar el abanico sobre la oreja derecha

Ten cuidado, nos vigila mi familia : apoyar el abanico cerrado sobre la mejilla derecha

Cuidado, nos observan: Cubrirse los ojos con el abanico abierto

¿Cuándo te puedo ver?: Cerrar el abanico mientras se toca los ojos

¿Me quieres?: Presentar el abanico cerrado

Gianni Strino, 1953

Para responder una pregunta, había dos movimientos:

: Cerrar el abanico lentamente

No: Cerrar el abanico de manera tajante

 

Para enviar un beso, se cubrían la boca con el abanico abierto mientras se miraba directamente al amante.

 

Cuando la mujer quería declarase, tenía todo un amplio muestrario de frases encendidas:

Me gustas: Abrir y cerrar el abanico y ponerlo en la mejilla

Soy tuya, pero sufro: Dejar caer el abanico a suelo

Te quiero: Pasarse el abanico por la mejilla o cubrirse los ojos con él abierto

Te amo con locura: Apoyar el abanico sobre el corazón

Pienso en ti todo el rato: Colocar el abanico en la sien y mirar hacia arriba

Me casaré contigo: Cerrar el abanico sobre la mano izquierda

Mi corazón es solo tuyo: Entregar el abanico al amante. En el caso de que él no lo aceptase, la mujer lo dejaría abierto al revés para declarar Sin tu amor prefiero morir

 

También había numerosas maneras de rechazar al pretendiente o amante

No me interesas: Abanicarse lentamente

Vete, por favor: pasear el abanico por los ojos

No me gustas: Protegerse los ojos del sol con le abanico abierto

No quiero saber nada de ti: Mantener el abanico con la oreja izquierda

Todo ha terminado entre nosotros: Entregar el abanico a la persona que acompañase a la mujer en ese momento

Te odio: arrojar el abanico

 

Complicado, complicadísimo.

Isabel II nunca se separaba de sus abanicos
Protocolo social

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