Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida.
Apocalipsis, 2:10
Los conceptos de fidelidad e incondicionalidad parecen cercanos a pesar de que entre ellos media un abismo semántico. Fiel es el que no defrauda la confianza depositada en él, mientras que incondicional es el adepto absoluto que se entrega a una persona o a una idea, pero sin limitación ni condición. El olor a cieno se ha extendido tanto en España precisamente porque presentamos mucha tendencia a ser incondicionales. Siempre nos molesta más la corrupción del rival que la del compañero. Solamente nos falta, cuando nos piden nuestra opinión sobre una acción, preguntar quién la ha realizado antes de valorarla. Somos una sociedad de cerebros cuadriculados, de amigos y enemigos sin riqueza de matices. La discrepancia es inteligencia, pero aquí todo son apriorismos y plantillas ideológicas. Nadie se escandaliza de conocer la filiación de los jueces al escuchar el amenazante anuncio de que “Siete jueces progresistas y cinco conservadores decidirán en la vista de hoy sobre…”. Sin embargo, ser conservador o progresista es lo contrario que ser juez. En la empresa, el directivo valora más al seguidor incondicional que al que critica. Las reuniones resultan a menudo pérdidas de tiempo por eso. Las conversaciones más escuchadas, las tertulias de los medios de comunicación, son ya más coros que debates. El discrepante no es tal en nuestra sociedad, sino raro.
El incondicional encuentra más fácilmente empleo, pues los que distribuyen éste son las estructuras de adeptos que llamamos partidos políticos. El enchufe, una patente nacional, es un sistema de promoción de incondicionales de estas formaciones y lo utilizan las de todos los colores, clásicas o emergentes. Últimamente se ha puesto de moda contestar con desparpajo, cuando te afean haber colocado a tu novio, que “era la persona mejor preparada”. Era la mejor preparada…que has encontrado sobre tu colchón. La recomendación es nuestro sistema de selección laboral por defecto antes que el esquema de mérito y la capacidad. Las herramientas de ascenso en el interior del partido político son la adulación y la adhesión inquebrantable al líder. Los consejeros aparejados a casi todos los cargos públicos son los expertos en la nada, dotados de cerebro monocolor con poco riego, que denominamos asesores.
Más vida en @rafaelcerro
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