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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Mola mazo

Mola mazo
Rafael Cerro Merinero el

La moda que nos incita a sustituir cada una de las cuatro últimas uves dobles por la primera es empobrecedora: siempre preguntamos “qué”. Cada vez que sustituimos por “qué” una de las otras partículas interrogativas (en inglés, por qué, cuándo, cómo y dónde), eliminamos una palabra del diccionario. Eso en el lenguaje escrito tradicional, porque en el de los mensajes SMS de los teléfonos móviles escribimos directamente “q”, o incluso “k”. Algunos ejemplos son “¿Qué vais, a Cullera con los tatuajes y la neverita portátil”, cuando lo correcto es “¿Adónde vais, a Cullera…?”; “¿Qué lo ha hecho, Sheily?”, en lugar de “¿Quién lo ha hecho, Sheily?”; “¿Qué habéis venido, esta tarde?”, en vez de “¿Cuándo habéis venido, esta tarde?”; y “¿Qué os habéis separado, porque no hay quien aguante a Mariano?”, cuando lo correcto sería “¿Por qué os habéis separado, porque…?”. Este último error, la sustitución del interrogante “Por qué” por el interrogante “qué”, es menos frecuente. 

La riqueza terminológica de la lengua es vital, porque con ella trabajamos, nos comunicamos y, sobre todo, pensamos. Por eso, hablando mejor somos más libres. Si hay menos vocablos, y faltan algunos de los esenciales, seguramente pensaremos con menos matices. Para ilustrar esta aserción, analicemos el caso que se produce cuando alguien utiliza el sustantivo “mazo” asociado al verbo “molar”. En el caso de “mola mazo”, la segunda palabra equivale a “mucho”: “mola mucho”. Pero en el caso de “mazo de bueno”, la voz “mazo” significa “muy”: “muy bueno”. Nace una nueva palabra, o un nuevo significado del vocablo “mazo”, y desaparecen dos: “mucho” y “muy”. Hemos perdido un término. No sé si eso mola.

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