Desde que han empezado a saltar esta tarde teletipos desgranando el triste destino, sí triste, de los 600.000 euros de los 918.000 recaudados por los padres de Nadia, supuestamente para curarla de su grave enfermedad, no acierto a comprender cómo puede ser que unos padres, por decir algo, puedan utilizar la tragedia de su hija para alimentar esta ambición sin límites.
¿Cómo han podido aprovecharse de la bondad de la gente para satisfacer caprichos personales y no para curar a su hija? ¿Cómo puede una sociedad alumbrar personajes de esta calaña? ¿Qué futuro le espera a esta niña, a la que han exprimido su infancia y su inocencia, con el único objetivo de acumular bienes materiales, sin importarles la salud de Nadia?
En el registro en el domicilio de la familia los Mossos han encontrado 1.845 euros en efectivo, 32 relojes de gama alta valorados en 50.000 euros, una estilográfica, un ordenador, tres tabletas electrónicas y tres teléfonos móviles, todos de gama alta, así como marihuana.
Igualmente, al padre se le han incautado una pistola de fogueo y varios cartuchos de rifle cuando trataba de huir de un dispositivo policial.
Además, la asociación creada para recaudar fondos para la menor pagaba el alquiler de la casa donde residía la familia, en Fígols i Organyà (Lleida), con un coste anual de 9.800 euros, y también había hecho un pago a una empresa de automoción por valor de 24.500 euros, entre otros.
Y más cosas que se descubrirán en los próximos días. Un montaje inhumano en el que han picado mucha gente de buena voluntad y del que cada uno debe sacar las lecciones oportunas.
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