¡Qué vergüenza! ¡Qué indignidad! ¡Qué bochorno! ¡Qué falta de respeto al dolor de las vícimas!
Todos sabemos que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es un hombre sin escrúpulos. Lo ha demostrado al apoyarse en Bildu, heredera del brazo político de ETA; los independentistas de ERC; y la extrema izquierda, Podemos, para llegar al poder.
Ya poca capacidad de asombro queda ante un hombre al que poco le importa España, la unidad nacional, su futuro económico, la imagen internacional. Nada es relevante que no sea él, él y él.
Pero el show, el espectáculo propagandístico que se montó ayer pisoteando la dignidad de las víctimas de ETA y de los españoles asesinados por esta banda, es, sí, lo digo, así, miserable e indigno.
El disparate que se ha instalado en la politica española llegó ayer a su cenit. El presidente que pacta con Bildu, que acerca a los presos etarras, con delitos de sangre, al País Vasco, que quiere pasar página de la etapa más negra de la Transición española sin aclarar casi 400 asesinatos, eso sí, hay que recordar, día sí y día no al franquismo, se organiza para sí mismo un acto para autoproclamarse el brazo ejecutor del fin de ETA. Sí, como están leyendo.
La máquina apisonadora que aplastó ayer las armas incautadas a ETA y a otras organizaciones terroristas, en este acto vergonzante, no pudo aplastar la dignidad de las víctimas y de los expresidentes del Gobierno de España, que se negaron a ser testigos de semejante infamia.
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