Esto es ya lo único que me quedaba por ver, que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, necesita un “mediador” para negociar los presupuestos con Cataluña, como si fuera un país distinto con dirigentes incapaces de hablar como personas adultas.
Si esto es una señal de la bisoñez y el infantilismo con el que Pedro Sánchez concibe la política, mucho peor es que acepte este esperpento, como si ni en el Gobierno, ni en el Grupo Parlamentario Socialista, hubiera algún dirigente político con la madurez suficiente para sentarse a pactar las cuentas del Estado para el año que viene.
Cuando esta tarde en los pasillos del Senado he escuchado a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, hablar de la figura del mediador, por un momento pensé que no podía ser cierto lo que escuchaba y que quizás yo no me estaba enterando bien.
Pero sí, era real, y estaba sucediendo. La comisión bilateral donde se sientan los representantes del Gobierno y de la Generalitat parece que ya no es suficiente para los independentistas catalanes, que ahora quieren crear una mesa de negociación con un fedatario que dé cuenta de lo que allí se hable.
Una nueva tomadura de pelo, inaceptable para un Gobierno serio, pero al alcance de la mano de quién ha decidido resistir a cualquier precio en la poltrona de la Moncloa y que incluso se atreve a darnos lecciones con su nuevo libro “Manual de resistencia”.
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