Vaya por delante, antes de escribir este artÃculo, que yo estoy a favor de que los lÃderes de los partidos polÃticos decidan quiénes deben estar en las listas de candidatos a las elecciones generales. Sobre todo porque para gobernar o dirigir una oposición fuerte hay que rodearse de un equipo de gente leal, preparada, sÃ, pero que no te apuñale por la espalda a la primera de cambio y te genere problemas internos.
Por esta razón, considero un error ensalzar las primarias como el valor supremo para la designación de los candidatos. Es difÃcil asumir que vas a tener al lado a un señor que no sabes quién es, cómo trabaja y qué piensa sobre tà y tu proyecto.
Quienes han proclamado, dÃa sà y dÃa también, a las primarias como el único camino para legitimar su liderazgo, a las primeras de cambio se han olvidado de lo que dijeron, eso sÃ, una vez que ellos han sido elegidos por este proceso.
El caso más significativo es el de Pedro Sánchez. Después de ser arrojado por la ventana de la calle Ferraz, sede del PSOE, cogió su coche, se recorrió España y la militancia lo volvió a poner en el lugar que Susana DÃaz y los barones socialistas le habÃan arrebatado.
Sánchez, con mucha razón, siempre ha presumido de que él es el candidato de las bases, las mismas a las que ahora le ha hecho una pirula y, dedazo tras dedazo, les ha demostrado que solo las querÃa utilizar para llegar al poder, pero qué después harÃa lo que le viniera en ganas. Como asà ha sido, quitando de un plumazo los cabezas de lista que han elegido la militancia en AndalucÃa o Aragón, por poner un ejemplo. Señores, de eso nada, aquà mando yo.
A Albert Rivera, de Ciudadanos, le ha pasado algo parecido, pero con un efecto contario, que lo ha dejado en el más espantoso de los ridÃculos. Que se lo pregunten a Silvia Clemente, la tránsfuga del PP a la que Rivera señaló con un dedazo para ser la candidata de Castilla y León, con intento de pucherazo incluido, y a la que la militancia ha mandado a galeras.
En el PP, la situación es la misma, pero con una diferencia fundamental. Los populares no han hecho de las primarias la Biblia para la designación de candidatos, por lo que Pablo Casado, ya con manos libres, ha decidido formar un equipo a su medida, sin hipotecas ni deudas pendientes. Si le sale bien, será un triunfo personal, si no, asumirá el coste de sus decisiones.
Las primarias no les gustan a ningún partido, y asà te lo dicen en privado, pero queda muy bien vender esa moto a la opinión pública, para después hacer lo que a cada uno le viene en gana. Es la incoherencia de algunos polÃticos, a los que a la larga se les termina viendo el plumero.
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