Hay que decirlo claro, España, en las elecciones del pasado domingo, eligió la fórmula del Frente Popular, o sea, la unión de todas las izquierdas, comunistas radicales incluidos, para dirigir el paÃs. Eso es asÃ, y quién se quiera autoengañar, se equivoca.
La derecha de este paÃs no se quiso unir, y sabÃa perfectamente que Pedro Sánchez se iba a echar en brazos de Pablo Iglesias, porque era la única baza a la que aferrarse para seguir en la Moncloa: su única obsesión y el único objetivo de su vida.
Albert Rivera, sin norte y desquiciado por unas encuestas que vaticinaban el descalabro de su partido, no quiso ceder a su obsesión de ser el lÃder imaginario de un centro derecha, que ya le habÃa dado la espalda. Qué malos son los egos y situarse fuera de la realidad, cuando se trata de decidir el futuro de tu paÃs.
Santiago Abascal, con el viento a su favor y pensando que se podÃa acercar en el medio plazo a ser el lÃder de la derecha española, tampoco quiso ceder y convertir el voto patriótico en la baza para salvar a España del comunismo.
Y Pablo Casado, se quedó solo, predicando su España Suma, que podÃa haber conseguido 177 diputados, el único antÃdoto real para frenar al comunismo, en el desierto de una derecha que a lo mejor ahora se lamenta de no haberse unido para evitar el disparate que va a gobernar España, esperemos que por poco tiempo.
Y todo esto para decir que la defensa de una gran nación como España, en estas elecciones, deberÃa haber estado por encima de todos los egos, de todas las ambiciones personales, de todos los sentimientos de castigo a lo que sucedió en el pasado. Todos podÃan tener razón en sus argumentos, pero habÃa algo más que salvar, y es nuestro propio futuro como paÃs y como ciudadanos libres.
Todo el centro derecha unido podÃa haber evitado esto, pero ya es demasiado tarde.
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