El Partido Popular ha empezado a despertar de su letargo. No han sido tiempos fáciles para una formación política y para su presidente, Pablo Casado, que ha tenido que luchar contra sus demonios internos: la larga herencia de la corrupción de Bárcenas, los complejos en Cataluña y la indefinición a la que llevó al partido la nefasta Soraya Sáenz de Santamaría, la huida del hijo pródigo, Santiago Abascal, que montó un partido político, Vox, para hacer la competencia a su propia casa.
Pero todo eso, después de lo que sucedió ayer en Murcia, puede empezar a ser pasado. Esta pequeña Comunidad puede ser el principio de todo. Del despertar de un PP nuevo, que deja atrás el apelativo de “derechita cobarde”, del que hoy reniegan los de Vox.
Porque Casado ha dicho ¡hasta aquí hemos llegado! ante la operación política montada por Sánchez en La Moncloa, con la colaboración suicida del Ciudadanos de Inés Arrimada, para echar al PP de los gobiernos de Murcia, Madrid, Castilla y León, y me temo que, con el tiempo, también de Andalucía.
El resultado, para el PSOE y Ciudadanos, no ha podido ser más desastroso, pero para el PP ha sido su gran oportunidad. El error de cálculo de Pedro Sánchez e Iván Redondo ha permitido al PP demostrar que no todo está perdido para desalojar a la izquierda del poder, que es posible hacerles frente, y ganarle la partida.
Que es posible sumar a la mayoría del centro derecha a diputados dignos de Ciudadanos, los que se negaron a apoyar la automoción de censura que se hizo Inés Arrimadas, y a los críticos de Vox, expulsados de su partido por denunciar irregularidades, y que ahora ya colaboran codo con codo con los populares. El PP y Vox, en algún momento, tendrán que normalizar sus pactos, como Sánchez los ha normalizado con el comunismo y la ultraizquierda que representa Podemos, con los filoetarras de Bildu o los independentistas de ERC.
En Murcia ha empezado todo y en Madrid se puede dar el golpe de efecto definitivo que los populares necesitan para iniciar su reconquista del terreno perdido, o cedido, por incomparecencia, todo hay que decirlo, de un Partido Popular noqueado y desorientado, que ahora parece definir su rumbo.
Madrid será la batalla definitiva. El 4 de mayo puede levantarse un nuevo Valle de los Caídos en la capital del Reino, que puede ser la tumba definitiva de políticos como Pablo Iglesias, Edmundo Bal o Ángel Gabilondo, o no. También puede ser la consolidación de una nueva lideresa en el centro derecha: Isabel Díaz Ayuso, la revelación de la política española de los últimos dos años
Las elecciones en Madrid están impregnadas de una épica política que, porque no decirlo, es apasionante. Son más que unos comicios autonómicos, es el enfrentamiento total entre dos maneras de entender la política: la liberal y la socialcomunista. Y solo puede ganar una.
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