La solución a la situación de España no es la dimisión (o así se dice de forma oficial) de la secretaria de Estado de Comunicación, la periodista Nieves Goicoechea. Es cesar a todo el Gobierno, por la incompetencia que está demostrando en la gestión de la crisis económica más grave de los últimos años que está atravesando este país. Hacer responsable a Nieves de los errores de coordinación, de las peleas internas de los ministros y de la forma de comunicar las pifias de éstos y de sus secretarios de Estado es, cuanto menos, una cobardía. Porque aquí el único responsable es el que permite que una ministra mande a Bruselas un plan de austeridad con medidas que luego no son tal, como la prolongación de la edad de jubilación de 65 a 67 años; o que un secretario de Estado diga que está sobre la mesa del Gobierno la revisión de los sueldos de los funcionarios, y al día siguiente tenga que desmentirlo la responsable de la gestión de Función Pública, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, a la que habían toreado con este anuncio que nunca fue tal. No creo que Nieves Goicoechea sea culpable de que Zapatero se empeñara en decir que no había crisis, cuando ésta nos llegaba al cuello; de que el gasto público se haya disparado y haya ahora que recortarlo todo porque no llegamos a fin de mes; o de que las encuestas despeñen cada vez más al partido de Zapatero al duro banco de la oposición. Nieves no se merecía esto. Pero ha hecho lo mejor que podía hacer, irse a su casa y conservar, al menos, la dignidad que, según dicen, es lo último que se pierde.