Al PSOE le ha entrado el miedo escénico de aparecer en la foto de los partidos que, llegado el caso, pidan la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. O lo que es lo mismo, la suspensión de la autonomía.
A Pedro Sánchez le han empezado a temblar las piernas, y no entiendo muy bien por qué, o sí. En los últimos dos días, los socialistas han dado una de cal y otra de arena sobre la necesidad de aplicar esta medida de fuerza legal para frenar a los políticos catalanes.
Primero fue el líder socialista, el que el domingo “no contemplaba” su utilización; ayer, el portavoz de la Ejecutiva, Oscar Puente, no se quiso pronunciar tan abiertamente, a la espera de que el Gobierno tome una decisión.
Ante la gravísima situación de Cataluña, los dirigentes políticos tienen que mojarse, y ya solo queda poco más de una semana para que se dejen de tibiezas.
Una gran parte de la España constitucional pide a gritos que se termine ya con esta situación de menosprecio y chulería contra el Gobierno y contra el resto de los españoles.
Está muy bien actuar con proporcionalidad, pero cada vez más va siendo necesario que también se haga con justicia y con determinación.
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