Sacar pecho por el éxito de la recuperación económica, que es una realidad incuestionable, ya no es suficiente para el Partido Popular. Lo dice la calle, sus votantes, su gente, que piden cambios para afrontar el futuro, que pasa por frenar el empuje de Ciudadanos.
Hace bien Mariano Rajoy en atribuirse como mérito personal y de su Gobierno la salida de la crisis. Pero junto a esta medalla, que se colgó el pasado viernes durante su comparecencia ante los medios de comunicación tras el último Consejo de Ministros, faltó algo más. Un discurso de futuro en el que asuma que hay cosas, muchas, que se han hecho mal en Cataluña. La autocrítica es un ejercicio de humildad que es rápidamente valorado por los ciudadanos, especialmente en este momento tan complicado para el Partido Popular.
Es cierto que Rajoy siempre ha tenido buena estrella, que es un político en el que se puede confiar, y que dos de sus cualidades más apreciadas son su templanza y prudencia. Pero los tiempos cambian y, enderezada la economía, un sector de los votantes del PP no descarta arriesgar su voto y apostar por Ciudadanos, una vez que Podemos puede que ya no sea una amenaza, como hace año y medio.
La opción Ciudadanos como alternativa al Partido Popular es una realidad. Quizás en las próximas elecciones todavía no se consuma el sorpasso, pero si los populares no se renuevan con una oferta más fresca y atractiva, el triunfo de Albert Rivera ya no es un imposible en España.
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