Dicen que Alberto Ruiz-Gallardón ha dimitido como ministro de Justicia porque se enfrentó a Mariano Rajoy. La consecuencia natural de desafiar al gran lÃder es perder el combate. Y eso es lo que le ha sucedido a Gallardón, que ha seguido el mismo camino que Jaime Mayor Oreja, cuando el presidente del Gobierno lo ninguneó hasta tal punto que optó por la retirada, antes de que le dijeran que no serÃa el elegido para encabezar la lista a las europeas. No hizo falta, se fue por aburrimiento.

Si hay algo que caracteriza a Rajoy es que va enterrando uno a uno a quienes se interponen en su camino sin necesidad de asistir a su entierro. En el caso de Gallardón, al presidente del Gobierno le bastó primero con desautorizarlo públicamente y después anunciar que su anteproyecto de Ley del Aborto no iba a ver la luz. Motivos suficientes para que éste cumpliera su amenaza de dimitir, ante la certeza de que le iban a corregir desde la primera hasta la última letra de su proyecto.
Rajoy no se ha depeinado. Se fue a China no sin antes nombrar a su sucesor y no le ha importado dejar de ministra interina a Sáenz de SantamarÃa y provocar una situación inédita, o al menos yo no recuerdo otra, en la que el nuevo ministro no puede jurar hasta cinco dÃas después de su nombramiento porque el Rey y el presidente del Gobierno se encuentran fuera de España. TodavÃa no ha hablado sobre esta dimisión.
Antes de Gallardón también se fue Ana Botella. Quizás cansada de esperar que alguien le diera cariño y le dijera si pensaban o no contar con ella para la AlcaldÃa de Madrid. La alcaldesa quiso apartarse de la cruenta batalla que se libra para sucederle y, en un gesto de dignidad, optó por la retirada. Rajoy todavÃa no se ha pronunciado sobre una retirada que considera conveniente y sobre la que no ha tenido que moverse.
Ahora queda Esperanza Aguirre, una resistente nata, que le mantiene el pulso al presidente. ¿Hasta cuándo?
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