El vuelo hasta Chicago se hace mucho más corto que a Los Ángeles, pero la realidad cuando uno aterriza allí es más dura. El sol de California se echa de menos casi desde el primer minuto, algo a lo que le ha costado acostumbrarse a Pau Gasol. La «Ciudad del Viento» compensa ese frío recibimiento con un «skyline» característico, que no deja lugar a dudas al visitante de que ha llegado a Estados Unidos. Una mezcla entre la inmensidad de Nueva York y la cercanía de Boston.
Al caminar por las calles, queda claro que hace tiempo que los Bulls dejaron de ser el equipo de la ciudad. Los Blackhawks, el equipo de hockey hielo campeón en dos de las últimas cinco temporadas, han ocupado ese lugar. Los anillos de Michael Jordan quedan ya lejos, aunque en la franquicia se trabaja para que eso cambie más pronto que tarde. El nuevo centro de entrenamiento del equipo, construido junto al United Center, es una buena muestra de ello.
Pau Gasol nos cita allí. Antes de atravesar la puerta, casi es obligado recorrer los 100 metros que separan el «Advocate Center» (como se llama el centro de entrenamiento) y la estatua de Michael Jordan que preside el pabellón de los Bulls. Un lugar de culto para muchos aficionados al baloncesto al que volveríamos poco después.
Aunque es día de descanso para la plantilla, Pau no ha parado. Cuando finalmente entramos en el centro de entrenamiento, el pívot está cumpliendo con un compromiso de promoción de la franquicia y nos invita a pasar a la sala de reuniones, donde podremos charlar más tarde.
Es un lugar sobrio, sin muchas estridencias. Como el resto de la instalación. Apenas cuenta con una gran mesa, varias pizarras y un televisor de gran tamaño que preside la estancia, aunque lo que más llama la atención es el inmenso ventanal con vistas a la cancha de entrenamiento. Es el epicentro del «Advocate Center», el lugar sobre el que orbitan todos los despachos, salas de reuniones, gimnasio…
Al terminar con sus compromisos, Pau pasa por la camilla del fisioterapeuta, lo que alarga la espera y le hace llegar tarde al encuentro con ABC. Educado como siempre, profesional, Pau pide disculpas y comenzamos sin demora la entrevista. Fluye la conversación, midiendo las respuestas, pero sin rehuir ninguna pregunta. Es un veterano en la cancha y también fuera de ella. Se agradece la sinceridad después de un viaje tan largo. Pequeños detalles que hacen grande a un jugador más allá de la cancha.
Su figura se alarga cuando toca retratar el encuentro. A sabiendas de que el monumento a Michael Jordan suele estar lleno de aficionados, Pau no duda cuando le pedimos ir hasta allí para reflejar el pasado y el presente de la franquicia. Esos cien metros que cualquiera hace a pie, son un trayecto en coche para él. Todoterreno tamaño XXL. Muy «american way of life». No obstante, Gasol lleva ya 14 años en Estados Unidos y hay cosas que ya ha adoptado como suyas.
Antes de bajarse del coche, hay un grupo de chavales junto a la estatua de Jordan. Un equipo de basket de instituto que está de visita en la ciudad. Los jóvenes alucinan cuando ven llegar a Pau, ídolo para alguno de ellos, tímidos a la hora de la verdad. Breve intercambio de cumplidos y frases de ánimo para lo que resta de temporada antes de posar junto a la leyenda. Uno, Jordan, historia de los Bulls; otro, Pau Gasol, aspirante a serlo en los próximos años.
La despedida, cálida, nos emplaza para el futuro. Quién sabe dónde o cuándo. La única certeza es que enfrente volverá a haber un Pau Gasol sincero y dispuesto. «¿Nos vemos en las Finales de la NBA». La pregunta no le hace dudar: «Ojalá», responde sin dudar. Carácter ganador.
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