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Blogs Pasando por el aro por Emilio V. Escudero

Jugar con lágrimas

Jugar con lágrimas
Emilio V. Escudero el

La jornada más triste de la NBA se jugó ayer, con lágrimas en los ojos. En una decisión, por lo menos, controvertida, el Comisionado de la liga decidió no parar los partidos del día tras conocerse la muerte de Kobe Bryant, lo que obligó a muchos jugadores a disputar su encuentro en un estado de ánimo indeseable. ¿Qué sentido tenía jugar?

Es cierto que la noticia pilló a todos por sorpresa y que algunos eventos estaban ya a punto de comenzar. De hecho, el Rockets-Nuggets, que dio inicio a la jornada, dejó la imagen de los jugadores enterándose del suceso durante el calentamiento. Las lágrimas fueron irrefrenables en muchos de ellos, amigos cercanos a Kobe en muchos casos.

Ya que no se paró la jornada, al menos sirvió para que cada partido fuera un homenaje a la «Mamba Negra». Cada equipo, cada pabellón y cada jugador lo hizo a su manera. Emotivos recuerdos teñidos en lágrimas. Imposible no emocionarse con un tipo que ha enganchado a tanta gente al baloncesto. Que lo ha hecho más grande, llevándolo a un nivel que solo leyendas como Magic Johnson, Michael Jordan o LeBron James han igualado.

Porque Kobe Bryant era más que un gran jugador. Su aura superaba la canasta e iba más allá. Odiado durante años por muchos de los que no eran seguidores de los Lakers, cuando se retiró logró un cariño unánime de los aficionados de todo el mundo. Su legado estaba aún en construcción, porque aunque ya no jugaba, seguía siendo una pieza esencial de la NBA.

Algunos jugadores, como Kyrie Irving -amigo personal de Bryant-, ni siquiera salieron ayer a la cancha. Tan afectados que decidieron dejar a un lado el balón para buscar pasar el duelo en privado. Los que sí jugaron, lo hicieron con lágrimas en los ojos, dedicando las canastas al cielo y arrancando los aplausos del público. Minutos de silencio, posesiones agotadas «in memoriam»… Todo salpicado por la incredulidad. Como intentando despertar de una pesadilla tan dolorosa que resultaba difícil encontrar consuelo.

Se jugó con lágrimas en la NBA, arropados los jugadores como nunca y, al mismo tiempo, solitarios sin el que fuera modelo y mentor. Porque muchos de los que ahora brillan noche tras noche crecieron imitando a Kobe. Son parte de su legado. Herencia que aún tenía muchos capítulos que escribir y que ha quedado rota de repente. Sirvan las lágrimas de anoche como homenaje, aunque la NBA debe dar un paso al frente.

Una figura tan grande como la de Kobe Bryant merece algo más. Las propuestas son múltiples y todas ellas pueden tener cabida. Desde la retirada global de los dorsales 8 y 24, hasta el tributo en el All Star de Chicago o la inclusión de su figura en el logo. Se jugó entre lágrimas, sí. Ahora toca recordarle a lo grande.

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Emilio V. Escudero el

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