Emilio V. Escudero el 17 oct, 2010 He hablado mucho sobre este tema y no acabo de encontrar una explicación a la situación de Rudy Fernández en Portland. El jugador se empeña en salir de allí, a pesar de que tanto la afición como el club están muy contentos con él. Aduce problemas de adaptación (que me constan), ausencia de minutos y falta de sintonía con el entrenador. Y por si fuera poco, las declaraciones de sus agentes le han costado ya cuatro partidos de sueldo. ¿Pero es realmente tan dura su situación en la franquicia de Oregón? Personalmente, creo que no. Es cierto que el año pasado fue muy complicado para Rudy. Una lesión en la espalda a los dos meses de empezar la temporada le dejó sin el rol de sexto hombre de la plantilla, lo que horadó de manera importante su confianza. Tampoco ayudaron las «técnicas de psicología» de McMillan, cuyo trato con el jugador no su mejor virtud. Así, el papel de Rudy en el equipo fue marginal, saliendo sólo cuando la situación era muy complicada y jugándose, en la mayoría de las ocasiones, los balones sobre la bocina o con poco tiempo en el electrónico. Sus porcentajes, comparados con los de su año de rookie, descendieron notablemente (un 37% en tiros de campo y un 36% en tiros de tres, por un 42% y un 40%, respectivamente, del año de su debut), algo que el jugador justificaba por esa situación marginal de sus lanzamientos. La oportunidad para resarcirse le llegó en los play offs, donde la lesión de Brandon Roy le abrió las puertas del cinco inicial, algo que no aprovechó el español y que acabó por aclarar sus ideas. Tenía que salir de Portland como fuera. Abandonar los métodos de McMillan y buscar la felicidad en otra cancha, ya fuera en la NBA o lejos de allí. En todo este tiempo, su media de minutos en el parquet apenas descendió de los 25 que jugó como novato a los 23 del año de sophomore. Una cantidad de minutos importante, teniendo en cuenta sus números y su pobre acierto durante gran parte de la temporada. Los intentos infructuosos por sacarle de Oregón durante este verano, le han costado un puñado de dólares y bastantes dolores de cabeza. Los cantos de sirena de Boston, Chicago y Nueva York encendieron al jugador, que ya se veía luchando por el anillo, pero el traspaso no ha acabado de cerrarse. En Portland están contentos con él (más allá de sus desplantes) y no están dispuestos a dejarle ir (ya sea a Europa o a otro equipo de la NBA) sin sacar una buena tajada por él. Así que la única opción que le queda a Rudy es callar y jugar (de esto sabe mucho Calderón). Y eso es lo que está haciendo. Lejos de encerrarse y radicalizar su situación, Rudy ha decidido lucirse para llamar la atención de los equipos que aún están interesados en su fichaje. En seis partidos de pretemporada, el español se ha convertido en uno de los mejores suplentes de toda la NBA, como certifican sus estadísticas, que lo convierten en uno de los triplistas estrella de la liga (60%), y con un acierto en tiro de campo más que aceptable (48%). Sus 13,4 puntos por partido no denotan ninguna depresión ni falta de adaptación. Los casi 24 minutos por partido, tampoco. Habrá que ver si Rudy decide aceptar ese rol a la espera de novedades. No son pataletas. Su ambición le pide más, pero debería esperar su momento. Ganarse los galones sobre la cancha. Es el mejor camino. Además, el infierno, no parece para tanto. NBA Comentarios Emilio V. Escudero el 17 oct, 2010