Las vacaciones en el norte de España dan para mucho. Además de disfrutar del mar, la montaña y la gastronomía, podemos reservar algún día para una escapada cultural urbana.
Durante algún tiempo se consideró a Santander como una ciudad aburrida, en la que casi nunca pasaba nada. Eso ya es historia, la “Novia del mar” ha cambiado radicalmente y hoy es una urbe joven, renovadora, con mucha marcha.
Se encuentra en una bonita bahía y está dividida en zonas muy diferenciadas. El casco antiguo (junto al puerto deportivo), reconstruido tras el devastador incendio de 1941, que va desde la estación de tren hasta el Paseo de Pereda, más o menos. El barrio residencial señorial: desde ese paseo, donde se encuentran las casonas y palacetes más aristocráticos, hasta la Península de la Magdalena, donde está el Palacio sede de la Universidad Menéndez Pelayo. Y la zona de los baños de ola con nada menos que trece playas, desde las dos de El Sardinero (Primera y Segunda), a la de la Maruca, la más alejada del centro urbano.
Es en los Jardines de Pereda donde nos encontramos con el Centro Botín, una institución dedicada al arte que no solo es lugar de exposiciones, sino que también pretende generar desarrollo social y riqueza aprovechando la capacidad creativa de los ciudadanos en diversos cursos, talleres, conferencias. Es el resultado de uno de los proyectos más ambiciosos de la Fundación Botín, creada por Marcelino Botín y su mujer, Carmen Llera, en 1964 y presidida actualmente por Javier Botín.
Ocupa un edificio vanguardista, una estructura voladiza de dos volúmenes apoyados sobre columnas en el Muelle de Albareda, que aparece como una especie de ave mitológica de grandes ojos de vidrio, recubierta por 360.000 piezas de cerámica color perla, que podría emprender el vuelo sobre el mar en cualquier momento.
Fue diseñado por Renzo Piano, arquitecto italiano ganador del premio Pritzker, entre cuyas obras más relevantes figuran el Centro Georges Pompidou de París, la Maison Hermès de Tokio y el aeropuerto Internacional de Osaka.
Inaugurado en junio de 2017, el Centro Botín es para Santander lo que el Museo Guggenheim ha sido para Bilbao, un antes y un después, un punto de inflexión, un nuevo icono que ha revitalizado la ciudad de forma irreversible.
Pero si su exterior sorprende, el interior todavía más. En sus galerías cabe todo tipo de arte, desde un Sorolla de 1908 a lo último de Ellen Gallagher, de ahora mismo.
La exposición “Retratos: esencia y expresión”, por ejemplo, ofrece un breve recorrido por el arte del siglo XX a través de un conjunto de artistas cuyas obras van desde la luminosidad de Joaquín Sorolla, a las tinieblas de José Gutiérrez Solana, pasando por Juan Gris, Francis Bacon, o Henri Matisse.
“Ellen Gallagr withhe Edgar Cleijne: A Law… A Blueprint… A Scale” es la interesante primera gran muestra en nuestro país de esta artista norteamericana (Rhode Island, EEUU, 1965). Estará abierta en el Botín hasta el próximo 11 de septiembre. Abarca dos décadas de producción artística a través de pinturas y obra sobre papel, incluyendo tres instalaciones fílmicas creadas en colaboración con el fotógrafo holandés Edgar Cleijne (Eindhoven, Países Bajos, 1963).
La exposición propone un diálogo con el Atlántico, un océano cuyas aguas forman parte de la estética de Gallagher y su fascinación por el inexorable proceso de evolución de todas las formas de vida.
Incluye también una selección de las “Black Paintings” (Pinturas negras) de Gallagher, una secuencia de obras monocromas que empezó a crear en 1998, cuya superficie rugosa insinúa la ignominiosa represión racista.
Completan la exposición tres instalaciones fílmicas producidas por Gallagher y Cleijne en las que destaca su colaboración más reciente, “Highway Gothic”, una reflexión sobre las implicaciones ecológicas y culturales de la Interstate 10, la autopista que atraviesa el delta del Mississippi y bordea Nueva Orleans. La pieza se compone de proyecciones en 16 mm. y cianotipos impresos en tela y sobre película de 70 mm.
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