El 24 de julio de 2013 apareció una nueva estrella en el cielo. Un nuevo punto de luz que empezó a brillar junto a las demás estrellas y cuya llegada nadie esperaba. El evento, por fortuna, fue registrado por varios telescopios, tanto terrestres como espaciales. Y muy pronto los astrónomos se dieron cuenta de que no se trataba de un astro como los demás, sino de una supernova, la más violenta de las formas en que una estrella puede morir.
Era la primera vez que uno de estos cataclismos espaciales era captado en directo y en tiempo real por toda una batería de instrumentos científicos. Ahora, un equipo de astrónomos de la Universidad Southern Methodist, en Dallas, ha recopilado todos los datos disponibles sobre la explosión y se dispone a publicar un primer análisis en el número de Mayo de la revista Astrophysical Journal.
La titánica explosión se produjo, en términos astronómicos, muy cerca de nosotros, a “solo” 30 millones de años luz de distancia y en una galaxia espiral vecina, M74, que se encuentra en la constelación de Piscis. Lo cual significa que la estrella no ha explotado ahora, sino hace 30 millones de años, pero la luz de la explosión ha tardado todo ese tiempo en llegar hasta nosotros. Se trataba de una estrella gigante, 200 veces mayor que nuestro Sol, y el brillo de su repentino estallido eclipsó de repente al de la suma de las más de cien mil millones de estrellas que contiene la galaxia M74.
La violencia de la explosión lanzó una enorme cantidad del material de la estrella al espacio, a una velocidad de cerca de 10.000 km. por segundo o, lo que es lo mismo, 36 millones de km/h. El análisis de esta supernova, bautizada como SN 2013ej, ha revelado una valiosa y hasta ahora desconocida información sobre la naturaleza de estos violentísimos fenómenos.
En palabras del físico Govinda Dhungana, que ha dirigido la investigación, “hay un montón de características que podemos deducir del análisis de los primeros datos. Se trataba de una enorme estrella masiva que consumía una tremenda cantidad de combustible. Llegado cierto punto, su núcleo no pudo seguir soportanto el empuje de su propia gravedad, de modo que, súbitamente, se colapsó e hizo explosión”. El poder de la explosión liberó una cantidad de energía similar a la que habría generado la detonación simultánea de 100 millones de soles como el nuestro.
A pesar de que 30 millones de años luz (unos 288 billones de km.) pueda parecernos una distancia enorme, SN 2013ej está, en realidad, en nuestro vecindario y se la considera una supernova cercana. Dhungana y sus colegas estudiaron el evento basándose en los datos observacionales de siete grandes telescopios con base en tierra y el telescopio espacial Swift, de la NASA. Los datos recojen, minuto a minuto, todo lo que sucedió en ese punto del cielo desde antes de que estallara la supernova en julio de 2013 hasta 450 días después.
De esta forma, los investigadores pudieron observar cómo, desde el mismo instante de la explosión, fueron evolucionando la temperatura, la masa y el radio de la supernova, asi como la abundancia de toda una variedad de elementos químicos y residuos generados por la explosión y su velocidad y grado de desplazamiento.
La estrella original, según Dhungana, tenía unas 15 veces la masa de nuestro Sol. Diez días después de la explosión, su temperatura era de unos 11.700 grados centígrados, aunque se fue enfriando paulatinamente hasta alcanzar, a los 50 días, los cerca de 4.200 grados, menos que la superficie del Sol (5.500 grados) o que el núcleo de la Tierra (5.700 grados).
Los investigadores consideran posible que SN 2013 ej tuviera planetas a su alrededor. Mundos que habrían quedado instantáneamente carbonizados tras la explosión.