Si consideramos toda el agua de la Tierra como parte de un inmenso océano global veremos que, lejos de ser la misma en todas partes, forma un vasto mosaico de masas y capas interconectadas, mezcladas y divididas nuevamente por corrientes, remolinos y cambios de salinidad y temperatura, que es lo que utilizan los oceanógrafos para distinguirlas unas de otras. Aunque pueda parecer lo contrario, no toda el agua que hay en los océanos es igual. De hecho, cada ‘masa de agua’, posee sus propias propiedades físicas (como temperatura, salinidad, historia de formación, etc) y composición química. Una de las más conocidas es la famosa Corriente del Golfo.
En 1942, los científicos encontraron en los océanos Pacífico e Índico enormes masas de agua que eran muy distintas de las que había alrededor. Conocidas como ‘aguas ecuatoriales’ estas gigantescas manchas, perfectamente distinguibles, se formaron como consecuencia de la mezcla de los cuerpos de agua que había al norte y al sur de ellas. Sin embargo, y a pesar de que se daban condiciones similares, nunca fue posible encontrar algo parecido en el Atlántico, algo que lleva décadas desconcertando a los científicos.
“Parecía sorprendente -asegura Viktor Zhurbas, físico y oceanógrafo del Instituto Shirshov de Oceanografía de Moscú y autor principal de un artículo aparecido en Geophysical Research Letters-, que la masa de agua ecuatorial esté presente en los océanos Pacífico e Índico pero no esté en el océano Atlántico, porque la circulación ecuatorial y la mezcla en los tres océanos tienen características comunes”.
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Ciencia