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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Tres canciones para un cumpleaños

Tres canciones para un cumpleaños
Álvaro Alonso el

Un acontecimiento nos sorprende ese día señalado en el calendario en el que te levantas y ves el techo lleno de estrellas de purpurina y suena, en vez del despertador, un fastuoso gong oriental acompañado del tintineo de un triángulo. Los cumpleaños son cosas de niños, es cierto, pero con el paso del tiempo algunos no hemos dejado de celebrarlo. Tal vez por un aprecio temprano a las enseñanzas de Zaratustra. Cierto es que ya no estamos como para terminar la noche desayunando en la chocolatería San Ginés, aunque todo es ponerse a hacer la prueba. Decía Loquillo que lo de salir, a cierta edad, lo había limitado a dos veces al mes. Con suficiente tiempo entre medias para recuperarse. No es mala idea.

Sea como fuere, y como vamos a ritmo trepidante camino del medio siglo, algo habrá que hacer. Por lo pronto, elegir tres canciones para tararearlas de manera que el día siga manteniendo las estrellas de purpurina. Que como reza el refrán popular del azulejo del bar de la esquina, «Hoy puede ser un gran día, pero ya verás como llega alguien y te lo jode». Para evitar fenómeno tan inevitable como inconveniente, blindaré mis oídos con tres canciones capaces de espantar con poderoso conjuro a quien quiera amargarnos la fiesta.

Las canciones que me tira escuchar este año para celebrar «esa cosa rara que es vivir», son algunas de las que escuchábamos en cintas en los recreos del Ramiro, de grupos de nueva ola madrileña que han tenido desigual fortuna. La primera es «Ráfagas» de Los Bólidos, una canción enmarcada en oro para todos los que tenían quince años a finales de los setenta. Es conocida la versión que realizaran los primeros Secretos. Del single de Los Bólidos apenas si salieron unas cuantas copias años después en un single prácticamente imposible de conseguir que data de 1983. El grupo nació de las cenizas de Paraíso, capitaneadas por Isabel San Gabino junto a Carmen y Merche, Javier, Carlos y Antonio: «Mis piernas tiemblan/cuando entras en esta habitación/y mi voz se quiebra/y digo cosas y hablo sin ninguna hilación/Es una pena/que estés tan ciego o apuntes tan mal/y es que no aciertas/y ya no sé qué hacer ni qué pensar/Y es que mi cuerpo no aguanta estas ráfagas de amor/me vas a dar en el blanco que tengo en el corazón».

La segunda es «Los Ramones» de Los Pistones de Ricardo Chirinos -que iba para ingeniero de caminos, y acabó siendo rockero, haciendo buena la canción del grupo rockabilly Bulldog– y Juan Luis Ambite, el bajista más fotogénico de la movida madrileña. Que si lo hubiera pillado Tarantino, hubiera acabado en Hollywood. La canción en cuestión salió en el EP Voces de 1982. Todo un hallazgo esos versos memorables: «Tus labios rojos se atrevieron a preguntar/quién eran aquellos del I don´t care/Yo jamás te hubiera conocido/si no llega a ser por Los Ramones/Yo jamás te hubiera conocido». Es una pena que Los Pistones no continuaran al nivel de sus primeros EPs, con canciones fantásticas como «Las siete menos cuarto», «Vuelve pronto» o «Metadona», y de su excepcional «Lo que quieras oír» contenida en su primer álbum Persecución, uno de los mejor producidos de aquellos años gracias a la brillante colaboración de Ariel Rot.

La tercera es «Niño Mimado» del primer EP de Los Secretos de 1980. Una canción agridulce, como tantas de las buenas de Enrique Urquijo, firmada junto al gran Pedro Antonio Díaz, que había comenzado en el grupo Escarcha, y que fue el sustituto al micrófono y la batería tras la muerte de Canito y la desaparición de Tos. La canción comienza bien para acabar retratando viñetas bastante truculentas en el fondo: «Hoy te he visto/más delgado/con temblores en las manos/Tu cara no muestra ningún resplandor/de un mundo ficticio lleno de color». Una temática que Los Secretos continuarían en estremecedoras canciones posteriores como «Buena Chica». «Lo raro es vivir», titulaba Carmen Martín Gaite uno de sus últimos libros en 1997. Pues eso, que «hoy puede ser un gran día, plantéatelo así». Oye, ¿pero no era esa una canción de Serrat?

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