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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Me debo marchar de los Elegantes

Me debo marchar de los Elegantes
Álvaro Alonso el

Una mañana de domingo en la calle Atocha. Era una matinal de El Gran Musical que se celebraba los domingos. En la acera, decenas de Vespas de espejos arracimados, relucientes.

Habían desembarcado en las calles de Madrid los mods, The Jam y sus poderosas canciones que hablaban de lo mismo que aquí, pero en Inglaterra: las chicas, la frustración, el desencanto. Protectores velos que se deslizan y certezas agridulces que aparecen mientras suena “Butterfly Collector”, “Eaton Rifles” o “Going Underground”.

En mi clase, en el Ramiro de Maeztu, había dos chicos que venían con parca, iban en moto y llevaban badges con nombres de grupos ingleses como The Who, The Jam, y otros de aquí como Los Elegantes. Uno era Carlos Comas, que creo se hizo luego arqueólogo. El otro era Javier, más tarde técnico del ministerio.Y es curioso que Zepo, el chico que entraba en clase con ese corte de pelo especial, como hacia fuera de las patillas, llevara entre las chapas una de Mecano y defendiera la opción de que el grupo de Ana Torroja y los hermanos Cano eran mods. La verdad es que el primer disco de Mecano fue muy bueno, con canciones que hasta las abuelas siguen hoy bailando en las bodas, como “Maquíllate” y tantas. Pero de ahí a catalogarlas como “mods” hay un trecho.

Zepo o “Mancipium” como gustaba llamarle nuestro extravagante catedrático de latín Manuel Torrent, a quien veíamos subido -literalmente- encima de la mesa un día sí y un día no, en la clase de COU del Ramiro, sentados nosotros muy disciplinadamente en unos pupitres que, en su día, nos decían, habían sido ocupados por Salvador Dalí, por Luis Buñuel y por Federico García Lorca en los pabellones contiguos a la Residencia de Estudiantes, Zepo decía fue quien nos metió a unos pocos, a Cachas, a Gonzalo, a Ramón, entre ceja y ceja aquello de los mods y los conciertos en el Rockola.

Yo nunca fui un mod, era una vocación demasiado costosa, al menos en Madrid, para serlo de manera concluyente. En otras ciudades como Vigo, León, Gijón o Barcelona, también proliferaron los mods.  Nosotros, por contagio, recuerdo que todos sin excepción nos íbamos al rastro a comprar de segunda mano alguna gabardina chula para llenarla de chapas. Con eso, una camiseta o un jersey cuello cisne negro y unos pantalones arreglados, podías ir a los conciertos y perderte entre la turba multicolor.

Aquel concierto para la cadena Cuarenta Principales fue un éxito absoluto, no cabía ni un alfiler. El ambiente en la calle era lujurioso. Faldas de cuadros, diademas, peinados para la ocasión, chicas guapísimas, y mods como para considerar el asunto seriamente. Y encima del escenario Los Elegantes, un grupo que sabía tocar más que bien, con una guitarra a cargo del rubio que llamaban Juanma “El pijo” que daba gusto, como si estuviera Roger McGuinn con su Rickenbacker de doce cuerdas. Y las voces musculosas de Emilio, tras la súbita salida del grupo del “Chicarrón”. Sonaban mejor en directo que en estudio; y el público coreaba todas las canciones de sus primeros singles y maxis para el sello Rara Avis: “La Calle del Ritmo”, “Cristina”, “Estoy fuera de sitio”, “Me debo marchar”.

Pudo haber sido el mejor grupo español de su tiempo. Rafael Abitbol, estrella de la radio, se dio cuenta del potencial, pero no supo delegar en las personas adecuadas para la producción y se dejó llevar por un momento terrorífico en los estudios de grabación, que comenzaron a llenarse de electrónica sin control ni prueba, en unos experimentos que pasado el tiempo han resultado insufribles, véase la versión maxi de “Chicas y Dinero”, con lo que unos Elegantes que hasta entonces gozaban de un prestigio absoluto cayeron en picado a la velocidad de vértigo.

Si uno mira la intachable e inteligentísima trayectoria de Paul Weller, el líder de The Jam, que eran el referente británico de Los Elegantes, se da cuenta enseguida de hasta qué punto todo lo bueno que en España se había fraguado en los años sesenta había ya desaparecido del mapa en los años ochenta, como si en vez de aprender aquí nos hubiéramos dedicado a olvidar nuestra década dorada. Los Elegantes justamente parecían dispuestos a recuperarla y ponerla al día, no en vano el movimiento mod es un movimiento de revival. Pero no fue así.

Los Elegantes tuvieron una carrera corta, tan solo cuatro álbumes y un directo, con unos seguidores muy fieles. Siguieron grabando discos para Zafiro, hasta 1989. Dejaron, además de las poderosísimas canciones del principio, las versiones de clásicos adaptadas al castellano, como “Toma anfetas”, “Soy Tremendo”, “Luisa se va” o “Mangas Cortas”, junto a otras muy buenas como “Un día más” y “Dos años atrás”. Pero parte de sus miembros decidieron pronto buscarse la vida fuera de los focos y la fama. Dejaron una estela importante, y raro es el que no recuerde aquellos maravillosos años. Lo Elegantes no fueron los únicos, hubo más grupos mods, como los FlechazosStukas o Brighton 64.

Javier, mi compañero de clase y amigo, siguió practicando con su guitarra, hasta conseguir tocar en la formación original de Los Enemigos el día de su presentación en la sala Rockola, con Kike Túrmix como maestro de ceremonias. Se cumplía así su sueño de ser una rock & roll star.

 

 

 

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