La noticia de la muerte de Prince a los 57 años de edad ha conmocionado a todos los aficionados al pop. Quiero pensar que muchos de ellos han pasado la tarde recordando escenas variopintas de su vida en las que la banda sonora fueron las canciones de Prince, un ser diminuto de Minneapolis de una grandeza molecular aplastante con una sola virtud, tan rara como preciosa: romper barreras.
Rompió barreras al asimilar de forma absolutamente nueva lo viejo. Lo hizo al mezclar razas (blancos, judíos, negros) sobre el escenario ya desde 1981. Lo hizo a partir de “Dirty Mind”, cuando fue proclamado el nuevo Smokey Robinson. No hay más que escuchar “When You Were Mine” y darse uno cuenta de que ahí está contenida toda la historia del rock & roll.
Pero dejémonos de historias: Prince a quien le gusta de verdad es a las mujeres, porque Prince, al igual que unos pocos, como Marvin Gaye, han entendido el mensaje. Hagan la prueba, pongan una de esas producciones imposibles de Prince, en las que todo suena exactamente al revés de como tiene que sonar según los cánones, o sea medio escacharrado todo, suban el volumen con “Cream”, por ejemplo, sigan con “Let´s Get It On” y vean lo que pasa luego. Prepárense para algo bueno. Ahora y dentro de cien años.
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