T.Rex, rímel y brillantina
No todo fue un camino de rosas para Marc Bolan, líder de T.Rex. Lo cuenta Sheila Ravenscroft en los diarios personales de John Peel, el crítico musical y cazatalentos británico que tuvo una amistad muy profunda con Marc hasta que la cosa se torció definitivamente. Sheila cuenta cómo John y Marc podían pasarse la noche entera escuchando el Tommy de los Who, la tarde buscando singles en las tiendas de discos o montando por todo el salón un gigantesco Scalextric, una pasión que los unía sobre todas las demás. Eran los años hippies y los cuatro, June, la pareja de Marc, y Sheila, la de John, vivían prácticamente juntos, compartiendo las experiencias en Stonehenge y Glastonbury.
Peel llevaba tiempo muy unido a Bolan desde que el primer grupo de Marc, John´s Children, llegara a la redacción de the Galaxy. Marc iba grabando discos sin alcanzar el éxito. Así, cuando después de llamar a mil puertas por fin colaron una canción en el puesto número 4#, John escribió el 2 de enero de 1971 que iba a ir de inmediato a Portobello Road para comprar dos viejos libros infantiles para Marc y June y unos cisnes, como celebración por su primer éxito, “Ride A White Swan”.
Cuando T.Rex tuvo su primer número uno con “Hot Love”, John estaba escuchando la radio. Se emocionó y tuvo que aparcar el coche, con los ojos empañados por la emoción. Sin embargo, comenzaron a llegar poco después noticias de T.Rex que daban a entender que Marc se había transformado hasta el fondo en una pop star inconsistente. A finales de 1971 la relación entre las parejas se resquebrajó por completo. John estaba poco menos que enamorado del último single, “Get it On”. En la entrada del diario del día 19 de septiembre, John escucha Electric Warrior, el nuevo elepé de T.Rex mientras toma el desayuno. “Está maravillosamente hecho, pero la peor cara de la personalidad de Marc parece haberse desatado. Muy triste”. El disco llegó al número 1# y el fulgurante camino al estrellato supuso, recuerda Sheila, el principio del fin para Marc y John. El diario Sun no dejaba de publicar los desórdenes callejeros que acompañaban cada una de sus apariciones publicas, los gritos de histeria de las fans, describiendo a T.Rex como los nuevos Beatles. John Peel no veía en todo esto más que marketing, puro “Show-Biz”.
Cuando Marc Bolan falleció a los 29 años en un accidente automovilístico a las afueras de Londres el 16 de septiembre de 1977 John Peel escribió sobre su relación, ya pasada casi una década, en su columna titulada Sounds. Lógicamente no contó nada de los poemas y las cartas que se escribían en 1969. Habló en cambio de cómo Marc le dijo haber tenido una guitarra que había pertenecido a Eddie Cochran. Qué ironía que muriera en tan parecidas circunstancias a las de la gran leyenda del rock´n´roll británico, a quien ya había homenajeado grabando su particular “Summertime Blues”.
Tras su muerte dejaba Marc Bolan tras de sí catorce elepés y mas de veinte singles memorables en sus caras A y B, desde sus inicios como John´s Children, su transformación en Tirannosaurus Rex y su reinado dentro de lo que se vino en llamar “glam rock” ya con el nombre acortado de T.Rex.
Su último disco Dandy in the Underworld apareció en marzo de 1977 y había sido visto por el público como la resurrección de Marc Bolan. Sin embargo, fue su último álbum.
Muere Marc Bolan antes de cumplir los 30, como Jim Morrison, como Janis Joplin, como Hendrix, como Fariña. Rod Stewart -que lo adoraba-, Lou Reed o David Bowie -incondicional-, son algunos de los gigantes que se vieron contagiados por la aparente sencillez de sus composiciones.
En 1975 llegó el punk a las mismas calles de Londres que pisaba Marc Bolan, un fenómeno que pudo ver de refilón, ya un poco de vuelta de todo, pero que fagotizó en gran medida sus hallazgos, desde Sex Pistols hasta las encantadoras “muñequitas de Nueva York”, por no hablar de cientos de grupos menores.
En los primeros ochenta, un grupo aparentemente alejado del tiranosaurio británico como los Violent Femmes recuperaban en las listas independientes al “rey del glam” grabando con acierto para sus segundo disco “Children of the Revolution”. Al tiempo, desde lo alto de las listas comerciales, los Rolling Stones arrancaban la década con “Start me Up”, un radiante riff de guitarra que puede leerse como un homenaje explícito a la inmediatez absoluta de Marc Bolan, genio en el proceloso arte del estímulo-respuesta.
La recepción del fenómeno “glam”, exhaustivamente explicado por Dave Thompson en su libro clásico Children of The Revolution no ha sido sin embargo suficientemente estudiada. Thompson sigue paso a paso lo que fue aquel derrumbe ya desde el inicio en 1970 de la gran montaña del rock progresivo, centenares de grupos aglutinados en torno al “himno” glam de arrabal “All the Young Dudes”, que David Bowie cede en 1972 a Mott The Hopple. Pero el libro de Thompson termina en 1975, exactamente con la llegada del punk.
Si Chuck Berry es la espada de Alejandro que rompe el nudo gordiano que da rienda suelta al rock´n´roll, Marc Bolan será en parte quien recoja el testigo dando lugar a un estilo de insospechado impacto posterior. En efecto, desde T-Rex no es difícil entender el éxito de una fórmula tan sencilla como imposible: el riff de guitarra, mil veces repetida pero ciertamente liberadora, explotada por AC / DC, sí, pero no solo, también por Prince, o al menos el Prince más directo, el de “Kiss”, “Cream” o “Raspberry Beret”. No hay más que escuchar, por ejemplo “Teenage Dream” de Marc Bolan para entender el influjo de Bolan en el geniecillo de Minneapolis. O “Universe”. Podríamos seguir rastreando su influencia buceando sin fin en los grupos de la new wave y llegar hasta los primeros discos de Lenny Kravitz.
La ambigüedad sexual, el triunfo de lo femenino, en gran parte no era más que provocación, amor a la diversión, el sentido liberador que siempre acompañó al rock & roll, tanto en Bolan como en David Bowie, posiblemente quien más le deba estilísticamente a Marc Bolan en sus álbumes de los primeros años setenta.
Al igual que pasa con Chuck Berry, los discos de T.Rex suenan primitivos de principio a fin, no hay más que escuchar las canciones, “I´m a Fool for you girl”, “Sunken Rags”, “Metal Guru”, “Get it On”, “Dandy in the Underworld” o “20th Century Boy“, estrellas en el firmamento que brillan con luz propia, de intensísimo brillo gracias a la labor de producción de un hombre de música hoy septuagenario que vive en Brooklyn llamado Tony Visconti, compañero fiel de Marc Bolan durante prácticamente toda su carrera. Canciones inmediatas, como el efecto del rímel y la brillantina. Elton John supo apreciar el arte de T.Rex. Incluso cuando ya se había convertido en 1977 en un showman televisivo en horario infantil.
Quien no se haya adentrado nunca en el universo de T.Rex encontrará enseguida un buen número de píldoras de leve satisfacción. Y al menos veinte poderosas canciones minimalistas, rítmicas y pegadizas como un chicle que destilan, en el fondo, un cierta melancolía.
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