Nacido para cantar, Roy Orbison comienza a los ocho años, a los trece tiene grupo, los Wink Westerners y con los Teen Kings comienza a hacer algún dinerillo, convertido en suculenta suma cuando los Everly Brothers lanzan su “Claudette”, canción dedicada a su primera mujer. El paso por la Sun Records de Sam Phillips en Memphis lo sitúa en el epicentro de un seísmo llamado rock & roll, aunque no es esta la mejor etapa de Orbison. Habrá de llegar Monument y “Only The lonely” para que el potencial como vocalista de Roy Orbison estalle convirtiéndolo en un auténtico “big bang”.
Hay discos que no los tocas mucho para que no se te desgasten. Eso me ocurre con los elepés de Roy Orbison para London (Monument, Decca), discos en monoaural con unas preciosas portadas, retratos con sus inconfundibles gafas conduciendo coches de época: el Excalibur (solo se construyeron 90 coches en 1966) de The Classic Roy Orbison (1966) o el Rolls Royce de Cry Softly Lonely One (1967). La pasión de Orbison por los coches era grande, gustaba también de los Jaguar E-Type y los MG descapotables de color verde.
Roy siempre intenta lucir sonrisa, algo realmente difícil para un auténtico “blue boy”. Así en Oh, Pretty Woman (1962), posando arrogante de riguroso negro en The Orbison Way (1965), o de motero encuerado en There Is Only One (1965). En 1963 sale de fábrica In Dreams y aquí luce una sonrisa mucho más amplia que en el resto, abrazado a su guitarra. Como dice Boudleaux Bryant en las notas de la contraportada, los fans le han puesto un sobrenombre, “The Big O.” al autor de este “álbum para soñadores”.
Al llegar la edad tardía Roy renace. Estamos en 1987 en el Ambassador de Los Ángeles. Van a grabar el Black & White Night. Impresiona ver a Elvis Costello y a Bruce sentados y de perfil con sonrisa de niño travieso sin atreverse ni a respirar mientras el pájaro herido transformaba el sonido en magia. Y el mundo entero se volvió a quitar el sombrero ante el número uno de entre los “dreamers”, los soñadores de grandes historias. Si llegó llorando, como hemos hecho todos sin excepción, Roy Orbison fue fiel a sus principios como nadie. Y se marchó llorando. “Crying” es, posiblemente, de todo su legado, su canción espejo. Y me atrevería a decir que la de todos. Aunque en sueños, ¿verdad?, todo sea diferente.
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