B. B. King falleció el jueves 14 de mayo de 2015 a los 89 años en su casa de Las Vegas. Vivió una vida larga e intensa siempre con su guitarra en las rodillas por todos los rincones del globo, tocando blues o lo que es lo mismo, haciendo honor a la manifestación más intensa del arte de la seducción. James Powell, que entrevistó a Muddy Waters y a Paul Butterfield para DownBeat, escribió una vez: “He visto mujeres desmayarse cuando culminaba un solo, o mantenía una nota, o cuando se lanzaba en un falsete largo y quejumbroso”.
Entre los jóvenes nacidos después del fin de la guerra que enseguida lo vieron como un maestro se encuentra Duane Allman, otro hombre pegado a una guitarra de blues que inició su breve y brillante carrera emulando a B. B. King. Suena irónico pero una broma del destino hizo que en la lista de David Fricke para Rolling Stone de “mejores guitarristas de blues de todos los tiempos” Duane Allman esté, detrás de Jimi Hendrix, situado en el nº 2 y el maestro, B. B. King, en el nº 3.
Duane Allman grabó las canciones de B. B. King unos meses antes de entrar en los Muscle Shoals para realizar la versión del “Hey Jude” de Wilson Pickett. Rick Hall había mandado un telegrama a Duane a su casa en Jacksonville para que viniera a tocar la guitarra. Pickett no estaba en principio dispuesto a cantar algo que dijera “Hey Jew”, pero en un momento de debilidad entró en el estudio un 27 de noviembre de 1967 y el resultado, para sorpresa de Hall, fueron varios millones de singles a 45 rpm vendidos.
¿Fue Duane Allman una persona dotada con un talento especial para la guitarra? La respuesta es tajante: “no”. Ésta fue la sorpresa que se llevó Randy Poe, autor de la biografía Skydog: The Duane Allman Story (Backbeat Books, 2006) al investigar entre sus familiares y amigos: “Todos coinciden en que Duane solo practicaba, practicaba y practicaba todo el tiempo. La guitarra le acompañaba a todas partes, siempre en sus rodillas, noche y día”. Fue la perseverancia, algo en lo que coincide con B. B. King, lo que le llevaría a Duane Allman a alcanzar un virtuosismo pocas veces visto en guitarristas de su generación.
Duane había vuelto al hogar después del batacazo que supuso su aventura californiana para el sello Liberty, dos discos grabados en plena efervescencia de la psicodelia, con notas introductorias de Neil Young incluidas en uno de ellos, bajo el nombre de The Hour Glass. Aunque las firmas de las canciones eran impresionantes, Carole King, un jovencísimo Jackson Browne, incluso Del Shannon, aquellos discos muy poco tenían que ver con la música de los hermanos Gregg y Duane Allman. El universo californiano les resultó decadente, hasta que un día en un motel de mala muerte llamado Mikado, en la parte baja de Hollywood, antes de ir a tomar un baño en la piscina, se encontraron con una habitación abierta. Un gato merodeaba alrededor de cama. En el suelo, vieron que yacía un cadáver. El muerto había dejado una nota después de tomarse 95 seconales. Duane pensó: “que les follen, a esas ropas absurdas, a cantar In a Gadda-Vida, que les follen a todos. ¡Vámonos a casa!”
Los directivos de Liberty, cuando se enteraron de que los hermanos Allman se había largado comenzaron a chantajearles, pidiéndoles 48 000 dólares. Duane no estaba dispuesto a volver. Gregg, más sensato, finalmente fue para evitar males mayores y grabó un disco en el que no hizo apenas nada, una farsa.
Y así fue como de camino a Jacksonville, poco tiempo antes de empezar a subirse a los escenarios de los locales de su ciudad junto a The Second Coming (un grupo en el que dos guitarras solistas hacían duetos, algo que Duane y Dickie Betts imitaron de inmediato con alucinantes resultados), pararon a grabar, ahora sí, sin que interfiriera nadie en su trabajo, el material propio, su querido blues, en los Fame Recording Studios. De aquellas sesiones primigenias del sonido Allman Brothers proviene el “B. B. King Medley” que hilvana en siete minutos “Sweet Little Angel”, “It´s My Own Fault” y “How Blue Can You Get”. Duane Allman tenía entonces 21 años. A los 24 moría este genio de la guitarra al darse de bruces con su Harley una mañana de octubre de 1971 contra un camión de melocotones que apareció de repente en un cruce, saliendo disparado por el aire a 90 pies de distancia (unos 27 metros y medio).
Sabemos cómo suenan las guitarras de Eric Clapton y Duane Allman. Grabaron a dúo bajo la supervisión de Tom Dowd “Layla”, uno de los clásicos más perdurables de la historia del rock. La pregunta es: ¿cómo habría sonado el glissando de “Lucille”, aquel suave y placentero sonido evocador del ancestral bottleneck que brotaba de la Gibson de B. B. King batiéndose en duelo con la Gibson Les Paul de Duane Allman? Habrá que estar muy atentos a los aullidos casi imperceptibles que lleguen desde las estrellas y sus vibratos controlados de manera magnífica, no sea que “Lucille” se haya incorporado al sonido de las esferas celestes.
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