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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Antonio Carlos Jobim, La Chica de Ipanema

Antonio Carlos Jobim, La Chica de Ipanema
Álvaro Alonso el

La grandeza de Antonio Carlos Jobim es manifiesta. La bossa nova alcanzó de su mano el rango de música universal. Del mismo modo, la poesía de Vinícius de Moraes, ahora que celebramos el centenario del artista, ha traspasado fronteras gracias a las letras compuestas mano a mano con Jobim para sus inmortales canciones. Pero el éxito universal de la bossa nova, conviene no olvidarlo, requirió de otras manos igualmente geniales: las manos y el ingenio de un chico nacido en 1929 en Virginia llamado Creed Taylor.

Creed Taylor se ofreció a la ABC-Paramount cuando ésta decidió crear una subsidiraria dedicada al jazz en 1960. Es así como Creed es contratado y funda uno de los más legendarios sellos de jazz de la historia, Impulse! Records. Como cuenta Ashley Kahn en su libro ejemplar The House That Trane Built, Granta, 2006, Creed Taylor tenía ya en su haber la proeza de haber ingeniado una mezcla explosiva de elementos provenientes de la costa oeste, de eso que llamaban cool, y cuyos exponentes eran el saxo tenor de Stan Getz, el alto saxo de Paul Desmond en el Cuarteto de Dave Brubeck, unido a la languidez de la voz y la trompeta de Chet Baker.

Teniendo en mente un público atento a estos nuevos sonidos, cogió el trío del pianista Ellis Larkins, y con un libro de lentas y tórridas baladas en una mano y la voz de una desconocida cantante llamada Chris Connor en la otra, graba Sings Lullabys of Birdland. El disco vendió veinte mil copias, toda una proeza para el pequeño sello independiente Bethlehem Records. Y lo salvó de la quiebra. Consigue grabar a figuras como Charles Mingus o el flautista Herbie Mann, y observar la manera de grabar del genio del estudio de grabación, Rudy Van Gelder, que trabajaba para Prestige y Blue Note. Así pues, encara el nuevo proyecto al frente de Impulse! con las ideas muy claras y la ayuda inestimable de los contactos de agenda del señor Harry Levine, capaz de levantar de la silla con una llamada telefónica a Frank Sinatra y a Count Basie.

Si el paso de Creed Taylor, imposible de resumir aquí, fue de un valor incalculable durante el tiempo de trabajo frenético que estuvo al frente de Impulse!, grabando al mejor John Coltrane y a Oliver Nelson en algunas de sus más míticas grabaciones, no menos importante fue su siguiente proyecto al frente del sello Verve. Cuando Grantz decidió vender Verve en 1961, Creed inició una auténtica revolución musical al fusionar elementos del jazz y la bossa nova, a través del talento de Antonio Carlos Jobim, Charlie Bird, Stan Getz y otros.

El álbum Stan Getz/Joao Gilberto, publicado por Verve en 1964, obtiene un clamoroso éxito en los premios Grammy -obteniendo el premio a la mejor producción, la mejor perfomance instrumental de jazz, mejor disco de jazz del año, y mejor disco del año-,  y se convierte en un fenómeno internacional. Seis de las ocho composiciones que contiene el disco vienen firmadas por Antonio Carlos Jobim.

El hallazgo de Creed Taylor reside en la grabación de «The Girl From Ipanema», un momento de magia musical difícilmente explicable. Instalados en el estudio, Creed recibe una sugerencia de Monica, la mujer de Stan Getz, para que Astrud, la mujer del guitarrista Joao Gilberto cante una de las estrofas en inglés. Astrud Gilberto no había grabado nunca profesionalmente. Sin embargo, hacen la prueba, y el contrapunto entre la voz que sabe a brisa marina de Astrud en inglés y la voz de óxido ferroso de Joao Gilberto acaba resultando un prodigio de la química musical.

Antonio Carlos Jobim, en un fragmento de la entrevista que le realizaron en 1971 contenida en el libreto interior de Jobim, Um Homem de Aquarius, obra que recoge su retrato musical en cuatro discos publicado en Brasil por Polygram en 1980, declara lo siguiente: «Yo querría dejar bien claro que toda obra de arte, pequeña o grande, popular o erudita, se da en un determinado período de tiempo. En la música popular el problema se torna más agudo por causa de las modas […] Si a un artista se le abren las puertas del éxito, muy bien. En tanto que le da para para pagar donde vivir, comer un arroz y tomar una cerveza, pero no haría bien en desviarse de su quehacer para atender a las tendencias del momento».

La magna obra de Antonio Carlos Jobim es fiel reflejo de estas declaraciones suyas, una línea programática que en ningún momento se desvió de lo que consideraba su “obra de arte”, con total conciencia de su lugar en el mundo. Creed Taylor proporcionó a la música de Brasil la oportunidad de extenderse a nivel internacional, fusionándola con el jazz. El arte de Jobim, Joao Gilberto y Vinícius de Moraes ha perdurado y perdurará, porque fue justamente pensado para ello.

 

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