ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Van Morrison, 73 años de “viaje a Caledonia”

Van Morrison, 73 años de “viaje a Caledonia”
Álvaro Alonso el

Caledonia es el nombre elegido por Van Morrison (Belfast, 31 de agosto de 1975) para identificar, como en un mapa imaginario que fuera palpado a tientas por un irlandés errante, la piedra filosofal de la belleza sublime. En 2004 el periodista Miguel López y su hermana, la filóloga Isabel dieron fin a una larga travesía que coaguló con la publicación de un libro especial, titulado Van Morrison: Viaje a Caledonia en la colección Espiral de la editorial Fundamentos. El propósito no era quedarse en un recorrido por la biografía del león de Belfast sin más. Suponía más bien un reto mayúsculo, al traducir sus canciones y lanzarse a tumba abierta a descifrar el jeroglífico, la mística esotérica de uno de los más singulares artistas del siglo XX. Así fue como realizaron una labor en carne viva, no ya de documentación, sino de exégesis de lo que entrañan esas canciones gloriosas, alucinadas, que para los que caen en la red de Van se convierten en algo así como tablas de salvación con las que sobrevivir al naufragio. Cuando uno termina la inmersión en las cerca de cuatrocientas páginas del libro cae en cuenta de que, si creía conocer a Van Morrison, ahora su visión de él es infinitamente más rica. Pero descubre algo más: que su propia vida, al contacto con ese conocimiento, ha ganado en perspectiva y puede estar seguro de haber crecido unos cuantos peldaños, porque se ha hecho mejor persona, más sabia y más rica a la vez.

El lector descubre a un  joven limpiacristales (sí, lo cuenta el propio Van en su preciosa canción “Cleaning Windows”) que sueña mientras trabaja en las calles de Belfast con tocar en un grupo. Escucha discos de blues y de jazz, música de negros americanos, además del skiffle de Lonnie Donegan. Su universo nace desde estos referentes, ya en sus inicios con los Them, cuando se arroja al suelo del escenario saxo en ristre pataleando como le hubiera gustado hacer con su colega imaginario Jack Kerouak. Rimbaud, otro de sus colegas soñados, le va a indicar que el silencio está ahí para algo, que también hay que estudiarlo: su estilo al micrófono es una permanente lucha contra el silencio, de ahí esos mantras, esa repetición agotadora a veces que parece buscar entre aullidos y gemidos Dios sabe qué. Junto a ello está la improvisación, esa originalidad pretérita a cualquier cosa auténtica tan cara al jazz, pero también a la escritura automática de la beat generation que le ha llevado, en más de una ocasión a esconder como un nigromante las canciones a los músicos hasta minutos antes de entrar a grabar en el estudio; o a transformarlas hasta hacerlas irreconocibles en directo.

Van The Man creció huérfano de sí mismo en una cesta hecha con mimbres de música irlandesa, pero optó al igual que los Stones, los Beatles, los Kinks, los Cream o los Animals por el rhythm and blues. Hasta que marcha a San Francisco, a Mill Valley, y llega la morriña. Es cuando cada vez piensa más y más en Irlanda, en Hinford St., en Cyprus Avenue, la sempiterna metáfora del tiempo perdido de su infancia y su personal magdalena de Proust. A partir de ese momento, pongamos Saint Dominic´s Preview, la música irlandesa le va a acompañar apareciendo desperdigada en su extensa discografía, hasta llegar a su culminación en el disco grabado con los Chieftains.

Cabe decir que Caledonia, la tierra conquistada por los romanos, es para Van Morrison ese lugar donde confluyen el ser y el tiempo, algo así como la tesis de fondo que Miguel López y su hermana Isabel sostienen en este libro imprescindible sobre el león de Belfast. Porque todos tenemos una “Caledonia”, un lugar y un tiempo en la memoria que nos dice, como en la canción de Morrison “Take me Back”, ¡regresa!, ¡regresa!, no ya a un pasado, sin a ese sueño (que sabemos pero no nos importa) que nunca terminará de cumplirse. Caledonia revolotea Moondance, habita Veedon Fleece, se eleva en Common One, recorre No Guru, No Method, No Teacher, tiene un primer brote en Saint Dominic´s Preview y aflora en el genial Into The Music. Acaricia Beautiful Vision y se adhiere a Hymns to the Silence. Y, aunque el propio Van quizá no lo haya pensado, es el generador inconsciente de Astral Weeks, su primera obra y su obra maestra. Todos sus álbumes, el devenir a veces turbulento del artista, sus difíciles decisiones para mantener su libertad creativa a flote, las giras, los conciertos, sus amores, sus éxitos y sus fracasos, pero sobre todo sus canciones, van desfilando en una parade digna del día de San Patricio ante nuestros ojos que se llenan de júbilo como si en vez de leer asistiésemos a una gran fiesta de cumpleaños. Porque el resultado es, no ya un regalo, sino toda una fiesta, con gaitas, perritos calientes, trajes de gala, banderas, confetti y cerveza a raudales.

Van cumple 73 años hoy, 31 de agosto. Toda una vida persiguiendo un sueño sobre un escenario. Algo que llegó a rozar en 1974 con la Caledonia Soul Orchestra, cuando dijo aquello de: “es demasiado tarde para parar ahora”, título de uno de los más importantes discos en directo de la historia. Escucharlo mientras pasas las páginas del libro, lo mismo que el resto de su discografía, es una experiencia de rango yo diría que espiritual, un sopapo a la psyche que te deja traspuesto o transformado durante días.

*Hace un par de años un joven historiador de Granada, Marcos Uyá Esteban, publicaba un libro sobre el poco conocido cerco de las legiones romanas de Agrícola entre el 78 y el 84 d.C. a las tribus de Caledonia (actual Escocia) de Calgaco. Frente al tópico, también en este caso los caledonios huyeron en retirada, en la batalla famosa de Mons Grapius. Quien visita Escocia poco se encuentra de esta fascinante historia de conquista relatada, entre otros, por Tácito, que se prolongó desde los tiempos de Julio César.

Artistas
Álvaro Alonso el

Entradas más recientes