Carole King en LA: The City
Hace escaso días se ponía en circulación «Now That Everything´s Been Said» (Light in the Attic, 2015), el disco de culto de Carole King bajo el nombre de The City.
Es 1967, Carole King ha roto su relación con Gerry Goffin, tiene dos hijos, Sherry y Louise, y necesita rehacer su vida, así que decide volar al otro extremo, a Los Ángeles.
Se despide así de Nueva York, donde se había ganado con tan solo 26 años una magnífica reputación como compositora de canciones esenciales para toda su generación, como “Will You Love Me Tomorrow” para las Shirelles, “Pleasant Valley Sunday” para los Monkees, o “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” para Aretha Franklin trabajando en las oficinas del Brill Building.
Se instala en una casa ubicada en Wonderland Avenue y descubre que no entiende nada de lo que pasa a su alrededor. El festival de Monterey ha transformado en fenómeno social la música juvenil, y la vida en Laurel Canyon es cada vez más bulliciosa, centenares de peregrinos llegan a vivir la experiencia de todas las partes del país. Allí estaba ya un jovencísimo Jackson Browne, Joni Mitchell comenzaba a actuar, David Crosby celebra jam sessions, el clima es efervescente, pero Carole King tiene un problema: pese a su corta edad, es ya una veterana en esto, y no casa bien con el ambiente libertino de las colinas y la decadencia de Sunset Strip. En A Natural Woman, sus memorias de 2012, lo reconocía: «yo no sabía cuál era mi escena, pero desde luego esa no era». Y declara: «Unido a la libertad reencontrada llegó una nueva confusión. Sin reglas, sin límites, divorciada con 27 años y madre al mismo tiempo, cuando otras mujeres a mi alrededor de mi misma edad todavía ni se habían casado. Me sentía insegura sobre prácticamente todo».
Pero ocurre algo fortuito. Un vecino le ofrece unirse a tocar en improvisadas jam sessions. Al principio declina la invitación, hasta que un día se sienta al piano y comienza a tocar, y descubre que se lo está pasando bien. El nombre de aquel vecino pesado es Charles Larkey, que se convertirá en bajista para Carole y en algo más, su nueva pareja con la que acabará casándose unos años más tarde.
Larkey había también llegado desde Manhattan, al igual que Danny “Kootch” Kortchmar, hacía poco. Eran músicos experimentados en sus respectivas bandas, The Flying Machine y The Middle Class. Un día Carole King, que seguía colaborando con Toni Stern, quiso probar una de sus nuevas canciones con banda. Aquello lo recuerda Carole como extremadamente divertido, y no tardaron en repetir la experiencia: «querían convencerme para grabar un álbum con mis canciones y ellos de banda de acompañamiento, con la idea de luego lanzarnos a la carretera como banda».
Carole aceptó la primera parte, hacer un álbum. Para ello contactó con el viejo amigo Lou Adler, que se trasladó hasta la casa de Carole y le gustó lo que escuchó. Quién iba a decir a Lou que ese momento sería el germen de un estilo que les llevaría a todos ellos gracias a Carole King a realizar Tapestry, todo un clásico y uno de los discos más vendidos de todos los tiempos. Adler quería un disco de Carole en solitario, pero ésta le convenció, y el trío fue fichado por Ode, un sello con distribución de Columbia Records. Según el propio Adler, «yo quería un proyecto de Carole King, pero llegado el caso podría haber grabado a Carole King con toda una orquesta si hacía falta».
Todo sucedió a partir de ese instante muy rápidamente. Carole King tenía guardadas seis canciones compuestas por la pareja, Goffing-King. Enseguida contactó con dos nuevos colaboradores, Toni Stern y el vocalista David Palmer. Stern llegaba como anillo al dedo, nacido en LA en el barrio judío, conocía a la perfección la cultura pop de la ciudad, y se había mudado con su perro Arf a Laurel Canyon.
El estilo de King, siguiendo el consejo de Bert Schneider, mentor de la King y ejecutivo de Screen Gems, tenía que definirse. King le hizo caso, tomando confianza en componer en solitario para la película Head de los Monkees cuatro canciones. Su estilo, tan característico, maduró a partir de ese momento.
Toni Stern fue contratado por Screen Gems por 50 dólares a la semana. Stern ha reconocido que «no conocía el bagaje de Carole, hasta que volvimos a trabajar juntos en Tapestry. No conocía todo lo que había escrito. Trabajábamos muy bien juntos». Y así fue como Stern comenzó a colaborar en lo que acabarían siendo grandes éxitos.
Carole conocía a David Palmer porque era el vocalista de Myddle Class, un grupo que había grabado un par de singles para Tomorrow Records, la compañía que Goffin y King tenían con el mánager Al Aronowitz. Así pues Carole llamó a David, que colabora en el disco coescribiendo con King dos canciones, “Paradise Alley” y “Victim of Circumstance”. Posteriormente, Palmer sería vocalista junto a Donald Fagen del primer disco de Steely Dan.
El resultado final fueron doce canciones extremadamente variadas en temática y ritmo, seis de Goffin-King, dos con David Palmer, tres con Toni Stern y una deliciosa versión del “My Sweet Home” de M. Allison. El sonido es magnífico y los músicos, reforzados por un brillantísimo batería de trágica historia, Jimmy Gordon, hicieron un trabajo muy fino, incorporando elementos jazzísticos y texturas soul a gran parte de los temas, que tienen un estilo único, al incorporar el pulso de la ciudad, de la Gran Manzana, a composiciones más reposadas y llenas de luminosidad. En aquellos días escuchaban a Laura Nyro con devoción, al igual que a McCoy Tyner, las dos grandes influencias reconocidas por los miembros de The City en la grabación del disco. Jimmy Gordon, que había participado en las históricas grabaciones del Pet Sounds de los Beach Boys y que es la batería que suena en el All Things Must Pass de George Harrison, entre infinidad de memorables participaciones, con Jackson Browne, Derek & The Dominoes, Frank Zappa o Joe Cocker, confiere a los temas de Carole King un latido excepcional. Lástima que la carrera de Jimmy terminara de manera tan terrible y escabrosa.
El disco se tituló Now That Everythin´s Been Said y fue publicado en 1968. Y aunque es una auténtica joya, tal vez la falta de concepto unitario le pasó factura, siendo como es uno de los más encantadores cajones de sastre que puede uno encontrar entre los discos memorables de finales de los sesenta. El caso es que The City no funcionó, y este disco pasó sin pena ni gloria. Sin embargo, en 1971 Carole King, repitiendo con Danny Kootch y con su vecino, Charles Larkey, pero ya bajo su nombre artístico, y el apoyo de otros músicos, entre ellos James Taylor y Joni Mitchell, conmocionaba a medio mundo con su piano y sus canciones. Y lo mismo haría James Taylor ese mismo año 1971, con casi idéntica formación, en Mud Slide Slim, un regalo el de Carole King a James Taylor que bien vale una carrera, pues no solo le presta su «You´ve Got A Friend», sino que se sienta a cantar y a tocar el piano con él. Una historia con final feliz, al menos para la mayoría de ellos.
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