De entre los kilos de buena música facturados este año 2015 que termina, sorprenden varios fenómenos. Uno de ellos es la confluencia en el tiempo de varias generaciones. Los abueletes del rock andan hiperactivos. He llegado a contar más de veinte discos reseñables de estos irreductibles hombres y mujeres del rock sexagenarios. A muchos de ellos se les hace ya poco caso, como a las batallitas del abuelo y sus manías sentado en el sofá del salón. O los consejos de la abuela, siempre con su ojo analítico, poniendo el dedo en la llaga. Pero oye, mira por donde, estos abuelos del rock suenan en algunos casos pero que muy bien. Los pondré así de corrido, por afán de no alargarme: Don Henley, Willie Nelson y Merle Haggard, Mark Knopfler, Rickie Lee Jones, John Howard, Keith Richards, Bob Dylan, Joe Jackson, Francesco di Gregori, The Sonics, Richard Thompson, Pops Staples, Richie Furay, Emmylou Harris y Rodney Crowell, Wreckless Eric, Robert Foster, Bill Fay, Wire, Ringo Star, Natalie Merchant, Jeff Lynne´s ELO, todos con discos que merece unas cuantas escuchas, algunos reconocidos ya entre los mejores en competición abierta con los más jóvenes.
Y por otro lado están los de otra generación (muchos de ellos nacidos en los ochenta), con ideas frescas, así por ejemplo el descaro genial de Ezra Furman, la sensibilidad de Benjamin Clementine, la habilidad técnica de la harpista Joanna Newsom, el soul revival certero de Leon Bridges, el indie pop brillante de Hooton Tennis Club, las prodigiosas manos de Ryley Walker, las melodías del desierto de Kurt Vile, la inclasificable psicodelia nórdica de Dungen, la delicadeza pop de Natalia Lafourcade, amén de resurrecciones notables como la de Lilac Time o The Chills, la vitalidad contagiosa de Courtney Barnett, el paraíso apalache de Dave Rawlings Machine, la íntima clarividencia de Sufjan Stevens, la reencarnación del trovador perfecto en un sueco llamado Kristian Mattson, y así podríamos seguir hasta que dieran las uvas.
Siempre, sin embargo, hay algún disco que deja una huella más profunda. A todos nos pasa. A mí me ha pasado con dos. Uno es el de una neozelandesa hasta ahora desconocida que se llama Nadia Reid, y su primer disco de debut titulado Listen to Formation, Look for the Signs de noviembre de este año. El otro es “West Kirby County Primary” del guitarrista de The Coral (desde hace años con carrera en solitario), Bill Ryder-Jones. Este su tercer disco ha sido grabado, como el de Sufjan Stevens, en un estudio casero, y son varias las similitudes que se pueden encontrar, siendo universos tan diferentes. Bill Ryder-Jones, en su casa de Liverpool, y rodeado de unos pocos amigos, ha creado un clima muy especial, que se transmite a lo largo de todo el disco. A veces, no sé porqué, me recuerda a Dinosaur Jr. Y otras, a nada más que a Ryder-Jones.
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