Rato y la «offshore»

Sólo pensar que el dedo de José María Aznar se pudo posar encima de Rodrigo Rato para convertirlo en su sucesor, tiemblo. Mientras el ex vicepresidente del Gobierno era definido como «el mejor ministro de Economía de la democracia», ocultaba siete millones de euros en sociedades «offshore». Su nombre en el cuaderno azul habría sido escrito con el color de los números rojos. El milagro económico tenía como objetivo sus propias arcas. Los últimos datos revelados en un informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) empequeñecen, convirtiéndolos en anécdota, sus gastos en bebidas alcohólicas, hoteles y billetes de avión con su tarjeta «black».

Cuando Rato fue nombrado director gerente del Fondo Monetario Internacional, continuó manteniendo su aura de gran gestor. Por eso, no se entendió su espantada a mitad de mandato. Ahora sabemos que sus «razones personales» no eran dedicarle más tiempo a la familia, sino una investigación por fraude. Su salida se produjo dos días después de que la auditora externa del FMI le interrogase por sus empresas en paraísos fiscales. Si se une al demoledor informe interno que publicó la entidad donde analizaba su pésima gestión, señalando que «no anticipó la crisis, su ritmo ni su magnitud», Rato nos hubiera llevado al «default» más completo.

Resulta curioso que Rato no sólo consiguió el favor de Mariano Rajoy para presidir nefastamente la cuarta entidad financiera del país, Caja Madrid, que nos llevó a un rescate bancario que puso patas arriba el sistema político español, sino también del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que le mostró su apoyo hasta en dos ocasiones. Otro que no vio la crisis ni de lejos.