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Queridos fanáticos

Queridos fanáticos
Marisa Gallero el

 

70 años después de la creación del Estado de Israel fue la fecha elegida para la apertura de la Embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Donald Trump hace geopolítica como si jugara al Risk sin importarle las consecuencias. Para Trump el traslado era «un paso hacia la paz». Para el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu un «día histórico». Para los habitantes de la Franja una de las jornadas más sangrientas desde el verano de 2014. La delgada línea que separa la frontera de Gaza se convirtió en el infierno. El Ejército israelí abrió fuego sobre cualquiera que se acercara a menos de 700 metros de la verja. Como escribe Mikel Ayestaran, enviado especial de ABC, «cuando se ha perdido todo no se teme a nada».

Con las imágenes de la masacre en la retina leo Queridos fanáticos (Siruela) de Amos Oz. Recuerdo todavía lo que me impresionó su autobiografía Una historia de amor y oscuridad. Entre muchas historias narraba cómo siguió desde su cuarto, sentado de rodillas debajo de la ventana que daba a la calle, mirando por las rendijas de la persiana a todos los adultos congregados en los patios vecinos escuchando por la radio a todo volumen la voz profunda y áspera del locutor americano que retransmitía la votación en la Asamblea General de la ONU en el Lago Success, cerca de Nueva York, la propuesta de fundar en los territorios del Mandato Británico dos estados independientes, uno judío y otro árabe.

De aquellos tiempos estos lodos. «Algunas veces, las cosas tienen dos caras, que hay conflictos que no se pueden pintar en negro y blanco» escribe Oz mientras analiza cómo se está imponiendo un «sentimiento de profundo desprecio», que «surge como un vómito» y es uno de los componentes del fanatismo. «Muchos israelíes, demasiados israelíes, creen que con que cojamos un gran palo y les demos a los árabes un solo golpe más, muy fuerte, por fin se aterrorizarán, nos dejarán tranquilos de una vez y todo irá bien. La disputa entre Israel y Palestina es una herida que lleva décadas sangrando. Es una herida llena de pus. No tiene ningún sentido seguir dando palos sin cesar». Algo que no ha entendido la portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Michal Maayan, al explicar con una lógica brutal porqué el Ejercito disparaba a matar: «No podemos meter a toda esa gente en la cárcel».

Oz en sus reflexiones señala las discrepancias en el seno del judaísmo y llega a una conclusión terrible. «Los esfuerzos de la izquierda israelí por acabar con el “eterno conflicto” entre los árabes y nosotros son vistos por parte de la derecha como una peligrosa amenaza a la especificidad del pueblo judío: si no hay enemigo, ni persecución, ni asedio, ni “martirio”, entonces el mundo exterior nos seducirá, perderemos nuestra identidad». Y demuestra hasta que punto es un conflicto enquistado con difícil solución. «No son pocos los que opinan que lo más importante para nosotros, incluso más que los territorios ocupados, es que el eterno conflicto continúe eternamente».

Cuando la realidad es algo sencillo que no va a cambiar. «Los palestinos son nuestros vecinos y nosotros vivimos en el centro del mundo árabe». «No estamos solos en esta tierra. No estamos solos en Jerusalén». No hay otra salida que buscar un «acuerdo entre Israel y Palestina. Dos Estados», porque «lo contrario del acuerdo es fanatismo y muerte».

 

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