Otegi ni es Mandela ni se podrá presentar como candidato a lehendakari. Por mucho que saliera de la prisión de Logroño con dos iconos: una bolsa deportiva de Sudáfrica en la mano y un pin con una estelada en la solapa.
Ese fue su primer acto de campaña, rodeado de ikurriñas y banderas por el acercamiento de presos, entre una nube de cámaras, con gritos de «independencia» y «lehendakari».
Cuando levantó su puño en alto, entre familiares, amigos, y la plana mayor de la izquierda abertzale, además de algunos políticos catalanes, el senador de ERC, Santi Vidal, el diputado de Junts pel Sí, Lluís Llach, o de la CUP, David Fernàndez, pudo mirar al pasado y saldar las cuentas sin cerrar de ETA.
En cambio, se nombró «preso político». Una definición que enseguida le compró Pablo Iglesias. Igual que se ha mostrado contrario a su inhabilitación para ejercer cargo público hasta 2021 por ser condenado en el caso Bateragune. «Deben ser los vascos y vascas los que decidan quién les representa en su Parlamento».
Hasta la entrevista de Jordi Évole en «Salvados», no se le vio realmente su verdadera piel. No pensaba «bajarse los pantalones» pidiendo perdón, condenando la violencia. Y le dio la vuelta al argumento de porqué todavía ETA no ha entregado las armas. «¿Qué interés tiene el Gobierno en que se produzca el desarme de ETA? Yo te digo que ninguno. Están haciendo todo lo posible para que no se produzca».
Mostró esa cara olvidada después de siete años sin conflicto. El cinismo de afirmar que hay todavía sectores a los que «no les importaría que hubiera otro atentado».
Otegi ha llegado demasiado tarde a estas elecciones vascas. Incluso parece que puede ser reemplazado en el entorno abertzale por Pili Zabala, candidata a la Presidencia del Gobierno vasco por Podemos Euskadi. Aunque ella sola en sus entrevistas se retrate, pareciendo su nombramiento más una cuestión de lanzar mensajes, que de contenidos.
Hoy Otegi podrá haber recibido la noticia de que la Junta Electoral de Guipúzcoa ratifica la sentencia de la Audiencia Nacional y es «inelegible» como candidato a lehendakari, «en la playa como un día normal» *.
* Otegi reconoció a Évole que el día en el que ETA asesinó al concejal Miguel Ángel Blanco estaba «en la playa como un día normal» con su familia, porque «no sabía que lo iban a matar ese día», cuando ETA avisó del momento en que pensaban asesinarlo.
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