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La vara de Montoro

La vara de Montoro
Marisa Gallero el

 

«Estoy esperando a que alguien pase la raya para defender mi honor» amenazaba Cristóbal Montoro con ir a los tribunales por la exclusiva publicada por Javier Chicote en ABC sobre el despacho que fundó, Equipo Económico, para influir en la modificación de leyes. «Pero no lo consigo porque están ahí midiendo el terreno», reconocía en un corrillo en el Congreso de los Diputados.

A Montoro le empezó a subir el tono jocoso, como la temperatura en el exterior, la semana anterior, tras su paseo por el Congreso, «con ninguna cabeza de caballo cortada» como en El Padrino, y la sentencia del Tribunal Constitucional que anula la amnistía fiscal de 2012.

«¿A quién le interesan los nombres de la amnistía? —comentaba sobre los 31.484 declarantes que legalizaron 40.000 millones en negro a cambio de 1.200 millones en impuestos, de los que se conocen unos setenta— ¡A lo mejor no te dejan publicarlo! El cinismo tiene un límite. Saquemos lo positivo para el país, lo otro que no tiene ningún interés». Recalcando que la hipocresía reina en el Parlamento, al pedir la oposición transparencia, sin aprobar ninguna medida. «¡Ni la proponen! ¡Cómo va a interesar si eso destruye el país! Pero, ¿quién crees que está ahí? ¿Y encima soy yo el que está ocultando la información?».

El ministro de Hacienda se justifica en nombre de España, sin importarle reconocer en su comparecencia que en «2012 el Gobierno echó el anzuelo y tuvo que poner un cebo» para que los pececitos no se quedaran «en el fondo del mar», obviando el demoledor fallo del Constitucional que señala al Estado de legitimar «la conducta de quienes, de forma insolidaria, incumplieron con su deber de tributar de acuerdo con su capacidad económica». «Europa no se movía, nos íbamos todos al despeñadero. ¡Qué no digan luego por qué no tomamos medidas! Y las defiendo, y no es una cuestión de creer o no creer, sino de pensar primero en tu país», argumentaba.

A Montoro no sólo le molestan las últimas portadas de ABC -«Si utilizan mi foto en una portada, ¿yo qué hago?. Sí, fundé un despacho. ¿Eso es malo en España?»-, también sus editoriales, que apuntan a la «doble vara de medir de Hacienda» emprendiendo «un feroz plan de inspecciones con el único fin de elevar la recaudación a costa de vulnerar algunos derechos del contribuyente». «Pero, ¿cómo no van a tener inspecciones? ¡Estamos todo el día igual! Encima la prensa de la derecha se tira al cuello. Tenemos una Agencia Tributaria que está realizando un trabajo para enorgullecernos y aquí estamos tirándonos los trastos. ¡Es antológico!».

La palabra dimisión no entra en sus esquemas, como si sólo tuviera que calcular la rebaja en el IRPF del próximo año. «He aguantado lo que no hay en los escritos. ¡Y todavía quieren que me vaya! Pero, ¿cómo me voy a ir? Sigo aspirando a que me echen, que no es lo mismo. Porque encima cuadran las cuentas de todo el país. Mira cómo está el crecimiento, la creación de empleo… Llevo dos vueltas y gracias al apoyo de los medios», se desahogaba sin tomar un respiro.

Y es que a pesar de una reprobación aprobada por mayoría absoluta en el Congreso, haberle derribado la aministía el Tribunal Constitucional y estar en entredicho las prácticas de su anterior despacho, para Montoro, como para Julio Iglesias, «la vida sigue» igual.

 

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