Una jornada más en el Parlament de Catalunya. Otro pleno sin salida. Carles Puigdemont no se rinde ni tampoco el sector independentista. Les da igual el caos que se radicalicen las calles y cortar carreteras. Exigen su investidura desde Neumünster encerrados en su propia teorÃa del iceberg. Olvidan que su relato sólo refleja una pequeña parte de la historia. Debajo de la superficie de esta crisis provocada por los mismos polÃticos que se presentan como vÃctimas se encuentra una sociedad totalmente fracturada como ese gran bloque de hielo desquebrajado por el Titanic. La República se ha hundido ante sus ojos pero todavÃa no quieren verlo.
O no les interesa inmersos en el laberinto de la mentira. Ellos ya dieron por muerto el «procés». Por whatsapp y cuando la CUP no cedió en la investidura de Jordi Turull. El entresijo secesionista lleva tiempo en un punto ciego. El expresidente que quiso romper un Estado y destruyó una autonomÃa sólo le falta conocer cuál será su Santa Elena. Se creÃa intocable. Si internacionalizar el conflicto era dar conferencias apoyados por la derecha más extrema en varias localidades belgas, pasearse por Suiza y Finlandia, para ser detenido en una gasolinera alemana tras cruzar Dinamarca rumbo a Wateroo, enhorabuena.
La actualidad en Cataluña se mueve en un cÃrculo cerrado de repeticiones obsesivas. De aquà al próximo 22 de mayo le darán otras mil vueltas. Y puede pasar de todo. Mientras tanto, ante tanta reiteración, miremos otros temas.
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