«El PSOE no era esto», escribió hace unos días Eduardo Madina en twitter a cuenta de las grabaciones de la sesión a puerta cerrada del Comité Federal del 9 de julio.
Y no era esto, porque antes de esta Ejecutiva, nunca se habían filtrado. Siendo ahora todos testigos de las amargas críticas de unos y otros. «¿Quién coño va a venir a respetarnos?», preguntaba desalentado Guillermo Fernández Vara, si el propio partido no se respetaba.
Ahondar en la herida, en la crisis interna, en mostrar las discrepancias en público es otro error de cálculo de Pedro Sánchez.
Si un partido se falta al «respeto», ¿cómo quiere que se lo tengan sus militantes? El otro día sin ir más lejos, me confesaba mi madre, que si por la incapacidad de todos de ponerse de acuerdo, hubiera unas terceras elecciones, se negaba a darle el voto a «ese insulso»… Ya había ido a rastras esta segunda vez, y no pensaba ir más… No es la primera vez que escucho esta intención.
El secretario general todavía no es consciente de que el peor resultado de la historia, podría ser aún más humillante. Son muchos los que votaron al PSOE el pasado 26J a pesar de Sánchez.
En este laberinto sin Minotauro, van nuestros líderes políticos con un hilo que no conduce a ninguna parte. Ni Mariano Rajoy da ninguna señal para conseguir que Sánchez se baje del no, ni Albert Rivera termina de abrazarse a Rajoy, quizá ahora entendible por la ola de calor.
Aunque tras conseguir llegar a un acuerdo para que Ana Pastor presida la Mesa del Congreso, se podrían aplicar a consensuar un documento con medidas para un posible Ejecutivo, con renuncias evidentes si de verdad se quiere desbloquear la situación.
No sería nuevo, así consiguió Cristina Cifuentes la Comunidad de Madrid. O Susana Díaz la presidencia de la Junta.
Para que haya «una oposición útil y constructiva» tiene que haber Gobierno, y si el PSOE hará lo que esté en su mano para que la investidura de Rajoy no prospere, tendrá que mirar con qué ingredientes se construye ese hipotético Gobierno progresista.
Porque sinceramente, por mucho que digan, a mí los números no me dan. O será que este tipo de aritmética puede quedar muy bien si haces un «pactómetro», pero para un gazpacho, tantos partidos, puede ser muy indigesto.
De momento, Sánchez tiene una fan absoluta, la presidenta de Baleares, Francina Armengol, que sigue creyendo que sería el «mejor presidente del Gobierno», como cuenta entre aplausos en la filtración del Comité Federal.
En esta deriva, en lugar de hacer autocrítica y poner las bases para una regeneración, se agarran a que son el partido más votado de la izquierda.«No hay estrategia, no hay táctica, no hay proyecto, no hay nada», me dice resignado un dirigente socialista.
Sin duda, el PSOE no era esto.
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