Cuando Prince publicó «Come», desde su portada, con la Sagrada Familia de Gaudà de fondo, anunciaba que 1993 era el año de su muerte, antes de convertirse en un sÃmbolo impronunciable como acto de rebeldÃa contra su discográfica.
Era el verano de 1994. Llevaba cuatro meses de jefa de prensa de Warner Music y tenÃa por delante dos grandes lanzamientos para el martes 16 de agosto: «Sleeps with angels» de Neil Young y el álbum de Prince de alto contenido erótico, cuyo último tema explÃcitamente se titulaba «Orgasm», no dejando lugar a dudas qué se escuchaba…
Por aquella época, cuando organizabas la promoción de un disco, cerrabas audiciones con los crÃticos de los distintos medios de comunicación, que venÃan hasta las oficinas ubicadas en López de Hoyo, para escuchar, a veces en una cinta cassette, otras en una única copia del cd, los temas antes de su salida comercial.
Reconozco que por aquella época, ya estaba fascinada por el rey de Minneapolis, a quién habÃa visto en un concierto vibrante y eléctrico en Las Ventas, y todavÃa no habÃa sido atrapada por el estilo inconfundible de Young junto a los Crazy Horse.
Ante mi estupor, todos lo que venÃan a mi pequeño despacho, atestado de periódicos, cajas y discos, querÃan escuchar primero el sonido oscuro y experimental del canadiense, con un tema compuesto tras la muerte de Kurt Cobain, descartando una producción salvaje de funk y pop del hombre que se habÃa escrito la palabra «slave» en la cara, celoso de su música y en continuo litigio por sus derechos de autor.
Como llevaba poco tiempo en la compañÃa, todavÃa no se atrevÃan a pedirme que les hiciera una copia para llevársela, y escuchaban estoicamente los dos discos enteros. Tomando notas y comentando, a veces fumando, que todavÃa no estaba prohibido, hasta llegar a ese último tema, que nada tiene que ver con una canción, reflejado en los tÃtulos de crédito con un escueto «she knows».
Después el prÃncipe púrpura derivó en el «Artista anteriormente conocido como Prince», ya que el sÃmbolo era irreproducible tipográficamente o con sonido. El cachondeo de muchos era absoluto cuando explicaba desde el teléfono fijo –todavÃa no se habÃa extendido el uso del móvil ni tampoco del correo electrónico–, que no se podÃa usar su nombre, que lo tenÃamos prohibido.
No serÃa su única rareza, en su guerra abierta contra Warner Bros, porque no le dejaron publicar en 1987 «The Black Album» –cuya caratula era una hoja negra, sin nombre ni tÃtulos ni créditos ni fotos–, fue cuando se inventó a su alter ego. Más parecÃa una estrella caprichosa e irracional, que el verdadero genio capaz de tocar todos los instrumentos, de una productividad inagotable y difÃcil de comparar con nadie.
Con sólo 57 años se fue el gran artista conocido como Prince.
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