«¡Españoles! ¡Franco… está vivo!». Es el lema de nuestra izquierda. Su gran idea para derrotar a la derecha. Pedro Sánchez recoge el relevo a José Luis Rodríguez Zapatero y propone como medida estrella la ampliación de la Ley de Memoria Histórica prohibiendo que Franco tenga un mausoleo en el Valle de los Caídos. No tenemos nada más que hacer 42 años después de su muerte que volver a resucitarlo. Parece que el PSOE nunca haya gobernado, que la izquierda en este país no haya regentado nunca el poder, que se hubieran abstenido cuando se votó en octubre de 1977 en el Congreso la Ley de Amnistía, para que su propuesta de «hacer país» sea volver la mirada atrás. En lugar de afrontar como prioritario una agenda consensuada con los problemas reales más acuciantes de la sociedad española, la «oposición de Estado» de Pedro Sánchez le lleva a desenterrar al dictador que murió en la cama.
Si «el Gobierno no tiene pulso», como asegura el secretario general socialista, centra tus esfuerzos en liderar una serie de medidas efectivas para activar el mercado laboral, cerrar un pacto que garantice el futuro de las pensiones, una mejora del sistema educativo y la sanidad. Esa es la forma de «hacer país». Cuando seguimos desangrándonos con una de las mayores crisis de nuestra democracia, con todos los sentidos centrados en Cataluña, no busquemos motivos de incentivar odios y enfrentamientos antiguos, de imponer comisiones «de la verdad» en busca de responsabilidades. Lo único que tiene sentido de la proposición socialista es localizar e identificar a los desaparecidos que yacen en fosas y cunetas. En esa materia sí vamos tarde, pero no sólo ahora, de siempre.
Y una premonición. Si el año que Dalí salió de su tumba nos brindó una actualidad con pinceladas surrealistas, no quiero pensar cuáles podrán ser las consecuencias etéreas de pasear el espíritu de Franco si se trasladan sus restos fuera del Valle de los Caídos. Ahí lo dejo.
Actualidad