No sé si estoy abducida por ver una y otra vez la saga de Star Wars con mi pequeña antes del estreno de la nueva película galáctica, que el plató de la Academia de la Televisión me pareció un hangar tenebroso de la «Estrella de la Muerte». Sólo hacía falta que la emisión hubiera sido en blanco y negro para pensar que habíamos sido engullidos por el hiperespacio para volver a la televisión de los años de la Transición.
El cara a cara de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez fue un debate bronco, oscuro, tenso, lleno de fango, que salpico al presidente del Gobierno por apoyar a la persona que él nombró tesorero. «Usted no es una persona decente», le espetó el secretario general del PSOE, utilizando su última bala antes del 20-D, recordando que el Partido Popular había destrozado los ordenadores de Bárcenas a martillazos y que él tendría que haber dimitido tras enviarle el sms de «Luis, sé fuerte». Rajoy no dudó en contraatacar —«¡Hasta ahí hemos llegado!»— calificando a Sánchez de «ruin, miserable y deleznable», preguntando insistentemente «¿por qué no presentaron una moción de censura?». Y quizá recordando las palabras que le confesó a Mayte Alcaraz en ABC el séptimo día de campaña —«Si baja al fango yo actuaré en legítima defensa»—, le soltó con nerviosismo: «Usted va a perder estas elecciones».
El equipo de Sánchez antes de la cita remarcaba que llevaba «quince meses» preparando el duelo con Rajoy. No lo dudo, a tenor del ritmo de sus declaraciones, sin sosiego, acorralando a su adversario por todo lo que él mismo se juega. Hubo mucho «y tú más», numerosas cuestiones sin analizar y preguntas sin respuestas. Fue incomprensible que Sánchez no contestará a Rajoy cuando le instaba que le explicará: «¿Cómo he recortado el derecho de la mujer a ser madre?». Antes de entrar de lleno en el barro, el mejor momento del jefe de la oposición fue cuando le enseño a Rajoy las portadas que reflejaban el rescate a España, que el presidente negaba: «No hubo rescate. He salvado al sector financiero».
Decía Felipe González que este domingo podía pactarse una gran coalición de Gobierno entre el PP y el PSOE «si el país lo necesita». Visto el tono y la agria ofensiva, creo que es casi imposible. Este cara a cara arcaico, que certifica la defunción del bipartidismo, con un moderador que no puso coto a ninguna de las descalificaciones, y con esa reflexión dolida de Rajoy —«no sé de qué siglo soy, pero usted no ha sido ni concejal»—, por momentos parecía que luchaban por convertirse en aprendiz del emperador del lado oscuro, que en el próximo jefe del Ejecutivo.
