En pleno San Valentín, Esperanza Aguirre le ha enviado un mensaje de desamor a Mariano Rajoy, dejándole con el «corazón partío» y con el PP al borde de la ruptura. La respuesta del presidente en funciones en forma de SMS ha sido igual de lacónica que el «Sé fuerte» dirigido a su extesorero: «Te entiendo».
Como verdadera maestra de ceremonias, justo a la hora de comer, en domingo, ha dimitido como presidenta del Partido Popular de Madrid en Génova, justo tres días después de que la Guardia Civil entrará en la sede de la gaviota, como si fuera lo más natural del mundo.
Ella que se ha jactado de destapar la trama Gürtel, cuando la primera denuncia fue de José Luis Peñas, exconcejal de Majadahonda, quién le llevo a su despacho de la Comunidad de Madrid un dossier que indagaba las irregularidades en la cesión de una parcela. Lo expulsó con cajas destempladas sin escucharlo. «Con ese hijoputa no tengo nada de qué hablar y tuve que marcharme sin cruzar una palabra con ella», recordaba Peñas.
Desde ese momento, estuvo en el punto de mira de la red, como reconocía Francisco Correa a gritos en una de las grabaciones que inició la investigación del caso: «Puse todos mis medios para machacar a Esperanza Aguirre y para machacar al PP cuando todos sabían que era yo el que estaba detrás».
Ella, como presidenta del PP de Madrid desde 2004, ha sido la responsable de todos los nombres que la formación ha llevado en sus listas y que ahora suma una decena de imputados, además de Francisco Granados, quién fue su mano derecha. «A quién destituí en el 2011, hace cinco años, y el hecho de que un juez lo mantenga en prisión durante tanto tiempo, es un dato que nos hace pensar que algo grave debe de haber. Eso es lo que me lleva a asumir mi responsabilidad política»
Con su dimisión lanza otro mensaje envenenado a su partido, por si ellos miran para otro lado: «En el PP hay un tesorero, hay un gerente, hay un secretario general y hay un contable y yo ni tengo firma ni tengo tarjeta de crédito y por eso les digo, en fin, que los encargados de gestionar los asuntos económicos eran otros».
Dimite por segunda vez, en un país donde nadie está dispuesto a asumir responsabilidades, ni la vieja ni la nueva política, mostrándonos la imagen amplificada en un espejo cóncavo del escaño vacío de Rita Barberá en el Senado, cuando un juez ha imputado a todo el grupo municipal del PP en Valencia por blanqueo. Ella como animal político, da un paso adelante señalando el camino a tantos que se han hecho fuertes en el inmovilismo.
Aguirre se vuelve a ir, arrollando a todos, dejando atrás a Rajoy, pero sin renunciar a tener voz, a continuar siendo ella misma, manteniendo su puesto de portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid. Sabe muy bien cómo darse a la fuga o salir sin despeinarse de un accidente de helicóptero. «Estoy viva y entera», decía entonces con una sonrisa.
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