134.462 mujeres se atrevieron a denunciar en el 2016 ser vÃctimas de violencia de género. Es sólo una cifra. FrÃa y despiadada. Pero no es la real. Nunca conoceremos la estadÃstica de las mujeres que sufren en silencio, que ni se les pasa por la mente ir a una comisarÃa a explicar lo que en su dÃa a dÃa es un acoso sistemático. Sintiendo culpa, vergüenza. Sin poder pronunciar ninguna palabra.
Me contaba un amigo de una gran amiga, una vez terminado el calvario, que habÃa tardado casi dos años en conseguir el divorcio y que a pesar del tiempo transcurrido, lo sintió como un gran logro, a pesar de las vejaciones, de los insultos, de los menosprecios cotidianos. «Era como una langosta. Si le hubieran metido directamente en agua hirviendo habrÃa saltado a la primera. Sin embargo, se habÃa acostumbrado a la temperatura del agua. En un principio era frÃa, hasta que se fue caldeando poco a poco, sin provocar ningún estrés, acostumbrándola a sufrir sin medida, como si fuera lo más natural».
Y me imagino el último caso mediático que hemos conocido. Como llegó de madrugada a la casa de su ex, empezó a tocar el timbre sin control, golpeando la puerta sin cesar. Borracho. Amenazando. Creciéndose en el insulto. Y presiento la angustia de quién le escucha, el dolor en el pecho, y como por fin se atrevió a marcar el 091.
Algo está ocurriendo en una sociedad que no tiene mecanismos para salvaguardar a quién debe ser su igual. Incapaz de concentrar sus fuerzas en luchar por crear desde las instituciones una vÃa que no las deje solas, enfrentándose en superar miedos, afrontando una realidad que viven en el mayor de los desamparos, porque ni se atreven a verbalizar cómo se sienten. Y si ya es lenta la justicia cuando actúa, imagÃnense en un proceso callado, sin contar otras razones.
La violencia machista no es una lucha de un dÃa. El reto es concienciar a toda una sociedad en lo más nimio. ¿Por qué callan? DifÃcil de descifrar. Igual de inescrutable que tan sólo denuncien el 1,5% del entorno de la mujer acosada. Pero si fuera posible legislar, sin menoscabo de nadie, sin crear abusos, encontrando los recovecos para que ese silencio empiece a ser un murmullo, que ese murmullo se convierta en un grito, hasta conseguir que todos seamos una, es cuando verdaderamente habremos puesto el primer pilar.
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