Como un capricho, pero no de Francisco Goya, la realidad catalana se parece cada vez más a uno de sus grabados: «El sueño de la razón produce monstruos». Hemos engendrado uno gigantesco. Imposible de parar sólo invocando diálogo cuando se impone los gritos. El diálogo ha muerto. Nunca fue tan de sordos. Tan decepcionante.
Desde el desaparecido en combate de Pedro Sánchez, que ha estado en Moncloa pero no ha dicho esta boca es mÃa, sacando únicamente pecho por la Comisión para revisar el modelo territorial del Estado. Salió adelante con el soporte del Partido Popular. El mismo dÃa que el PSOE votó en contra de apoyar al Gobierno frente al 1-O. No se entiende ni su tactismo ni su silencio.
Quién sà ha dado la cara es Miquel Iceta. Pidiendo también la apertura de un diálogo de todos, después de que la Generalitat renuncie al referéndum unilateral: «El diálogo polÃtico es la única vÃa que puede permitir salir de este callejón sin salida». La postura del PSC es clave en Cataluña. No hay que olvidar que son sus alcaldes y concejales quienes están sufriendo amenazas y acosos por defender la legalidad. Como me decÃa Cristina Narbona: «Esa actitud valiente es la mejor declaración práctica».
Otro que anuncia diálogo es Pablo Iglesias. A su manera. «Creo que no es sensato que en un paÃs democrático haya presos polÃticos. Y creo que cargos públicos del conjunto del Estado debemos dar una respuesta llamando al diálogo». Aprovechando para atizar al Gobierno. En ningún momento ha denunciado el asalto a la ley de Carles Puigdemont. El único asalto que le interesa es a los cielos. Su único objetivo es echar al PP. Y su lÃnea de actuación, las barricadas. «La calle es mÃa», como decÃa Ramón Tamames que le contó Manuel Fraga.
Quiénes siguen en sus posturas sin moverse un ápice son los protagonistas del choque de trenes. Mariano Rajoy invocando a la ley por encima de todas las cosas y Puigdemont mostrando a la Generalitat como vÃctima de un Estado totalitario. Sus palabras son en clave europea: «El Gobierno ha pasado la lÃnea roja y se ha convertido en una vergüenza democrática… Lo que está viviendo Cataluña no lo vive ningún estado de la Unión Europea». Intenta presentar al pueblo catalán como si estuviera oprimido, una de las situaciones que reconocerÃa el derecho a la autodeterminación. Sabe que el referéndum del 1-O es ilegal y está condenado al fracaso.
Vivimos en la crónica de una ruptura anunciada. Una fractura difÃcil de gestionar si no se hace polÃtica de verdad. Dejando a un lado los dos relatos enfrentados imposibles de conectar. Si eres facha o independentista, si ha triunfado la represión contra la democracia, si vivimos en una dictadura. Ni estamos en un estado de excepción ni hay presos polÃticos. No hay un derecho a decidir la independencia unilateralmente. Ni aquà ni en PekÃn. Pero tampoco se puede dar la espalda al estado de ánimo que recorre las principales arterias de Cataluña. La movilización ciudadana pide votar y le da igual quién tenga la razón. Esa razón que ha provocado monstruos.
¿Resucitamos de una vez el diálogo?
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