Carolina de Mónaco, una de las mujeres más elegantes del siglo XX, lleva el paso del tiempo con elegancia y discreción. Se podría decir que es un ejemplo para el público general y las mujeres de todas las edades. Pero ayer se pasó de rosca. Ni corta ni perezosa, se calzó unas zapatillas de deporte -eso si, de Chanel – para el baile de la Rosa en Mónaco. Nos encanta que el “Kaiser” Lagerfeld haya incluído este calzado en sus desfiles para la vida diaria, pero en una noche de gala no es lo adecuado.
Carolina iba poco favorecida, se quedaba por debajo de las demás señoras “entaconadas” e incluso hacía polvo su look de vestido y abrigo kimono. Ni siquiera ella, princesa, rica, guapa y con reputación de “icono mundial del estilo”, se puede permitir estas licencias, principalmente porque iba horrorosa.
Relanzar la ropa deportiva e integrarla de modo elegante en el día a día es una gran idea que ya tuvo Coco Chanel hace algo menos de un siglo y que hace unas semanas retomó su “viejo” delfín, Lagerfeld. Pero la belleza de las proporciones y la armonía han fallado en la noche del Baile de la Rosa. No deja de ser una grosería saltarse el protocolo, que no es más que una serie de códigos que indican respeto a los demás y el deseo de formar parte de un grupo homogéneo.
No es la primera vez que Carolina de Mónaco “desbarra” con el tema de los zapatos. Hace meses ya sorprendió con unos zapatos que imitaban unos pies en silicona. Eran de Celine.¿y… ? Un horror. Si Carolina de Mónaco piensa que puede hacer el payaso “porque ella lo vale“, se confunde. Pero, nada, nada: así nos lo pone más fácil a las demás para quedar bien con cualquier cosita. Au revoir, Princesse.
