Es curioso que en esta aldea global, a veces se tiende a “descubrir” alimentos de otras zonas del mundo, sin reparar en el detalle de que se trata de productos con los que ya contamos en España desde hace siglos y que desde tiempos inmemoriales han dado forma a sencillas recetas clásicas.
Tal es el caso del “Kale”, ahora tan de moda por su uso en países asiáticos, con su estupendo nombre y parafernalia, cuando en realidad es una col rizada similar a la berza de toda la vida en España.
Vamos, que de repente, los platos más trendy del mundo vegano oriental, se pueden parecer después de todo al delicioso cocido malagueño con berza o repollo.
O al codillo con berza, e incluso al sencillo repollo con zanahorias y patatas.
Con la original ruccola, tan típica en Italia, pasa lo mismo. En España se hicieron de toda la vida los guisos más pobres a base de jaramagos, esas hierbas que se encuentran en las cunetas de caminos y carreteras o entre los escombros.
Se trata, en el caso de los jaramagos, de plantas herbáceas de ojas lobuladas, a veces dentadas, de distinta índole, tan variadas como las decenas de variedades de rúcola en Italia.
Entre los platos de jaramagos más conocidos están el potaje de jaramagos canario y la tortilla de jaramagos.
El potaje canario se hace junto a las papas típicas de las islas, judías blancas, costillas, batata, pimiento verde, dientes de ajo, pimentón, comino, aceite de oliva y sal, un plato ideal para la bajada de las temperaturas de la época navideña.
Los jaramagos se hacen aparte para poder retirar el amargor del agua en la que se cuecen y se añaden al final.
La tortilla de jaramagos era un recurso económico de muchas zonas rurales de España, y consiste en mezclar los huevos batidos y un poco de sal, con jaramagos ya limpios, troceados y escaldados durante unos 10 minutos. Para que luego nos pregunten si sabemos lo que es la “ruccola”.
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