Hace mucho que las cofradías aportan movimiento a la economía y hacen circular el dinero en la sociedad. De forma directa, con los encargos de patrimonio y de lo que necesitan para ponerse en la calle y para los cultos, y también con el impacto indirecto de todos los que vienen a Córdoba para disfrutar de las hermandades y de aquellos que consumen fuera de sus casas en esos días. De un tiempo a esta parte, lo que parecía una fiesta con impacto en la ciudad, y ahí estaban aquellos 42 millones de euros que se calcularon en el año 2009, puede convertirse en una gran industria en que se produce algo, que son las imágenes y cortejos en la calle, y que a su vez crea industrias auxiliares con aquello que se necesita.
En otro tiempo las cofradías avanzaban con el trabajo físico de sus hermanos, que se subían a los pasos para colocar flores, levantaban de madrugada altares de cultos titánicos y sudaban en las cruces sirviendo cervezas y pinchitos. En esta época se ha vuelto al cofrade que viste su túnica y acude a su quinario, pero subcontrata una buena parte de la labor más física y dura a quien tiene la habilidad, el conocimiento y las ganas para afrontarlo por una retribución justa, faltaría más, que compense las noches de desvelo. A la mañana siguiente todo estará radiante y llegarán los elogios para el buen gusto y el acierto de la hermandad, como se hacen cuando ha resultado bien un bordado o la elección de una banda.
Frente al trabajo desinteresado de los viejos cofrades, ahora las hermandades mueven algo más de dinero, que va a los bolsillos de los que echan una mano con el paso o hasta gestionan una de esas barras del Mayo festivo, y de ahí a las mil capilares de la economía. De quién venga todo el dinero es otra pregunta. El Ayuntamiento ha aprobado para las cofradías un convenio marco tan generoso que hasta la Intervención Municipal, tan aguafiestas como observadora de la letra pequeña de las leyes, dice que hay riesgo de sobrefinanciación. La industria creciente de las cofradías recibirá como un maná los 313.000 euros de dinero público, más los 80.000 para obra social, que se recogieron de los impuestos de la economía y volverán a ella en un círculo que habrá que esperar que sea virtuoso.
Las cofradías tienen ingresos al margen de un maná que puede conseguir que se engañen, porque no deben olvidar que están en una ciudad donde se paga a regañadientes la cuota y la papeleta de sitio se pide de cirio con la esperanza de que una vara quede libre y se llegue a ella sin sobrecargo. Donaciones hay, pero también chascos.
El futuro dirá cuál tiene que ser la conclusión final si llega un día en que el Ayuntamiento tiene las manos atadas para subir una ayuda que en una buena parte merecen las hermandades, o hasta para mantenerla, y no hay cofrades con edad para subirse a las escaleras o meterse en las trabajaderas sólo por devoción o afición.
Liturgia de los días