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Pregoneros en el diccionario

La RAE ha incluido la acepción de «persona que anuncia al público la celebración de una festividad»

Pregoneros en el diccionario
Público asistente al pregón de la Semana Santa. FOTO: RAFAEL CARMONA
Luis Miranda el

Pues ya estaría. La Real Academia Española, que no hace sino recoger los usos del idioma en las calles y en el texto escrito, acaba de acomodar al señor de traje oscuro y metáforas en los labios en el diccionario. La primera acepción de pregonero es todavía el adjetivo que se aplica al que divulga o aplica algo, pero la que habla del «empleado público que en alta voz da los pregones, publica y hace notorio lo que se quiere hacer saber a todos» es ahora la tercera. La segunda es la que dice que el pregonero es la persona que anuncia al público la celebración de una festividad.
Los académicos, atentos siempre a lo que se habla y lo que se escribe, se han fijado en que el señor del cuerno que lee el «se hace saber» en la plaza del pueblo ya sólo está en las películas de Paco Martínez Soria y en cambio Andalucía, y gran parte de esa España que la mira y que la imita cuando va llegando la primavera, hay pregoneros por todas partes.
Es lógico y enseña a los que piensan que el diccionario se hace a base de decretos que los que hablan y escriben son quienes dictan lo que significan las palabras, aunque se hayan tragado en estos años tantos anglicismos y errores como los que denunciaba Fernando Lázaro Carreter en textos que todavía son faro para hablar un idioma libre de adherencias televisivas.
Quién sabe si conforme pasen los años habrá que añadirle algún matiz a la segunda acepción, ponerla en primer lugar por la abundancia de pregoneros o hasta hacer algunas nuevas de tono irónico. Por ejemplo, Antonio Varo habría añadido que anuncia «de forma gratuita y desinteresada», y desde luego no sería mentira, aunque él quisiera añadirle «no como otros». Dentro de treinta años también se podría hablar del pregonero de forma compasiva como «persona a la que se pide que redacte y pronuncie un texto largo para un auditorio corto», y también «encargado de cumplir un precepto al que no se puede renunciar, pero al que se acude sin entusiasmo». En cualquier momento, pregonero podría ser también, cuando se filtre al lenguaje común, «pringado al que se hace un encargo sin retribuir y al que después se critica sin piedad» y, ya por ser crueles, «orador predilecto de los que confunden los versos con la poesía» o «coleccionista de cuadros».
Si en algún momento hay que poner la palabra en un diccionario de sinónimos, se podría buscar como alternativa ‘pagafantas’, y si es de antónimos, el suyo debería ser el de ‘cartelista’. Los académicos y cazadores de palabras ya pueden estar atentos, pero también los que decían que a los pregoneros no se les podía pagar porque no tienen epígrafe propio en la Seguridad Social. A ver si van a tener un disgusto con el dichoso diccionario.

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