Federico Marín Bellón el 20 oct, 2010 El ajedrez y el poker comparten esfuerzos, con desigual fortuna, por ser considerados como deportes. Aplazo el interminable debate para otra ocasión, pero quiero señalar una característica común que ambos juegos deberían erradicar si aspiran a ser considerados por lo menos una actividad seria. Me refiero a los pactos entre jugadores. En ajedrez se habla de las tablas de grandes maestros, a las que la regla de Sofía les ha declarado una batalla a muerte. En poker, no es raro que los últimos supervivientes de un torneo se repartan los premios restantes para evitar las enormes diferencias que suelen establecer las bases. Hace poco, en un torneo de Texas Holdem en el Foxwoods Resort Casino (en Connecticut, Estados Unidos) se les fue la mano y el reparto alcanzó a los ¡últimos 23 jugadores! Feo, feo. Es cierto que los empates sin lucha se dan en prácticamente todos los deportes cuando el resultado favorece a ambos contendientes. Todos recordamos partidos de fútbol en la fase final de algún Mundial, incluido el nuestro, en los que el afán por no marcar era tan bochornoso que solo la FIFA era capaz de permanecer indiferente. En los mundiales de baloncesto puede ser incluso peor, porque no es infrecuente que un equipo se deje ganar para esquivar a otro en el siguiente cruce (no siempre con éxito, como se vio con los griegos hace poco). Que otros carezcan de la mínima vergüenza no justifica este comportamiento. Pactar de antemano cualquier resultado o el reparto de premios es un fraude hacia la esencia misma del deporte. Lo ocurrido en el torneo de Foxwoods llama la atención por el número de personas implicadas, pero todos sabemos que es absolutamente habitual e incluso a muchos les parece normal. Hasta hay programas que ayudan a establecer el premio que le toca a cada uno, en función del número de fichas que tenga en el momento del acuerdo. Pero como en el dopaje, lo grave no es la cantidad. Parece que hubo un jugador que se resistió al pacto, según cuenta la revista Card Player, pero se sintió presionado por el resto y al final tragó. (Poker News también cuenta su versión de lo sucedido). En el caso del póquer, es cierto que la estructura de los torneos suele ser diabólica. Llega un punto en que la suerte se convierte en un factor demasiado determinante, por lo que muchos jugadores prefieren asegurarse un buen premio y no jugárselo a la lotería en los últimos niveles. Lo que deberían hacer los jugadores, en todo caso, es luchar por estructuras de juego más justas, pero no burlar a los organizadores y, sobre todo, el interés del público. Quienes piensen que el póker no es muy diferente del bingo no entenderán del todo esta polémica, pero cualquier jugador de poker sabe que la habilidad es al menos tan importante como el azar. Por eso, si quieren luchar para que se reconozca su habilidad, lo último que se pueden permitir es ponerla en venta. Solo es una opinión. Poker Comentarios Federico Marín Bellón el 20 oct, 2010