Diego Pablo Simeone no es un ajedrecista tan refinado como Quique Setién o Esteban Granero, aunque sería injusto juzgar a nadie por una sola imagen y estúpido medir a la gente del fútbol por su habilidad con los trebejos. El caso es que Giuliano, uno de los hijos del entrenador del Atlético de Madrid, publicó hace unos días una foto reveladora con su padre.
Ambos juegan al ajedrez, días antes de la eliminación de los colchoneros en la Liga de Campeones. La estampa es hermosa, como casi todas las fotos en las que padre e hijo se miden ante un tablero. De la estancia se adivina su buen tamaño, que el aire acondicionado es moderado, si está puesto, y que en esa casa se bebe vino. Pero dejemos estos detalles y observemos lo verdaderamente interesante, que ocurre sobre las 64 casillas. En realidad son muchas menos, porque el Cholo –es difícil no establecer paralelismos– agrupa todas sus piezas en torno a su rey, un Oblak protegido a ultranza. Su hijo mantiene una disposición de las piezas mucho más sensata, pero a saber quién ganó la partida.
Se pregunta el maestro Michael Rahal, quien nos descubre la foto, si Simeone tiene abandonado el flanco de dama. «¿Juega a damas chinas? O está trasladando un mensaje futbolístico?». El gran maestro Àlvar Alonso responde con humor que su juego es «una analogía del viaje de toda la realeza al flanco del emérito». Manuel Azuaga, hombre sabio a quien se intuye poco «atlético» o menos cholista, tiene claro que «juega al ajedrez como aplica su lógica al fútbol: no desarrolla piezas y, claro, así es complicado ganar». Si hablamos de ajedrez, no le falta razón. Si nos sentamos sobre el césped, la crítica es pertinente, aunque ganar, lo que se dice ganar, no lo ha hecho nadie como el Cholo con la camiseta rojiblanca. Pero ese debate, que pronto cumple una década, se nos va de las manos en esta entrada. Yo me contento con criticarle, como Adrián Mateos, su forma de afrontar las tandas de penaltis.
Tigran Petrosian fue un gran maestro fabuloso, que llegó a campeón del mundo con un estilo tan defensivo que se decía que sabía proteger las amenazas mucho antes de que su rival fuera capaz de imaginarlas. Al genio de origen armenio se le atribuye una frase elocuente: «Yo podría ser más interesante y también podría perder». De algún modo, Simeone comparte esa filosofía y arriesga lo justo. En el terreno de fútbol a veces se excede en su prudencia, como cualquier prudente, al igual que los soñadores no siempre saben mantener los pies sobre el suelo.
En el ajedrez, donde el argentino se siente menos seguro, esa forma de ser queda retratada, incluso caricaturizada. El fútbol y el ajedrez se parecen mucho; lo hemos hablado varias veces. En ambos juegos se puede aplicar la imagen de la manta demasiado corta: si te tapas bien los pies, se descubre la cabeza, y viceversa. El equilibrio es un ideal que no siempre aplican los ganadores.
Se agradece, por otro lado, que el tablero esté bien puesto y que la imagen no sea el típico montaje con una posición falsa, para ofrecer una imagen más sofisticada o algo por el estilo. Lo hemos visto otras veces…
Entradas relacionadas
Ajedrez y fútbol, la extraña y fructífera pareja
El futbolista Granero se apunta a la liga de ajedrez
La FIFA estrenará en el Mundial de Rusia el sistema Elo del ajedrez
Felix Magath, un ajedrecista en la Premier League
Kasparov y Guardiola, historia de una amistad
¿Carlsen se parece a Messi o a Ronaldo? Responde Boris Gelfand
Ajedrez