¿Son los ajedrecistas intolerantes o, como mínimo, demasiado tiquismiquis? Hace poco, Richard Branson declaró su amor al juego y subió una fotografía en la que aparecía jugando al ajedrez. Lejos de producir alborozo en la comunidad, el magnate, fundador del grupo Virgin, recibió una catarata de burlas, entre otras razones porque el tablero estaba mal colocado. Mientras casi todos se reían de él, otros hacían autocrítica. No faltó el calificativo de moda («nazis») y alguien hacía la acusación definitiva: a los ajedrecistas les gusta sentirse superiores.
Tanto se pasaron con Branson que el asunto ha merecido incluso artículos periodísticos y análisis enfrentados. ¿Es Branson un «verdadero» aficionado, aunque malo (o despistado) o un impostor que aprovecha la buena imagen que tiene el ajedrez para dárselas de intelectual?
«Amo jugar al ajedrez. Puedo combinar la emoción de la toma de riesgos y la planificación estratégica con una taza de te y una bonita conversación con un amigo». Y adjunta, ofrecía la imagen de arriba, delatora.
Lo curioso del asunto es que Branson tiene «antecedentes», como aficionado al ajedrez y como jugador poco cuidadoso con los detalles. En junio subió esta otra imagen:
Para que no haya ni que buscar en Google, Branson escribió un post de acompañamiento con varias estampas ajedrecísticas recolectadas a lo largo de su vida. Lo titulaba «¿Cuál es el mejor juego del mundo?». En el texto, el empresario cuenta que su deporte favorito es el surf de vela, seguido de cerca por el tenis, pero que cree que el ajedrez «es simplemente el mejor juego del mundo», ya que combina las mayores virtudes de muchos deportes diferentes. Branson añade que juega mucho al ajedrez, que le emocionó conocer a Kasparov y que ha celebrado miles de partidas, muchas de ellas con otros emprendedores.
La duda es si Branson sabe jugar medianamente bien, después de una experiencia tan amplia, aunque por otro lado eso es algo que solo le importa a él. En la primera foto, la que despertó la polémica, lo de menos es caso que el tablero esté girado y mal colocado. Lo grave de la fotoi nos ponemos estupendos, es que la posición de las piezas es inverosímil. Los movimientos del negro (Branson) son de risa, incluso para un aficionado.
La estadounidense Jennifer Shahade, buena ajedrecista y jugadora de póker, pidió a sus colegas del tablero que dejaran de criticar a Branson y habló de cierta obsesión (yo me vi retratado) con la colocación perfecta del tablero. «Dejad que disfruten del ajedrez», vino a pedir, con sano criterio. Entre la profusión de respuestas, destacan unas pocas. Anish Giri bromeó sobre la posición de las piezas y la «debilidad» de la casilla e(d)5, mientras que Miguel Illescas insistió en que la posición no es propia de una partida real. «¡Las blancas han hecho tres movimientos y las negras al menos seis!», apuntaba el GM español, entre otros errores evidentes.
Si la posición es falsa (fake!), ¿las fotos de Richard Branson lo son? Igual no sabe realmente jugar pero le gusta quedar bien retratándose delante del tablero. ¿Y por qué le vamos a birlar ese derecho?
Ajedrez